Una mañana con los Kamski
La nueva estrella carece de tiempo libre
Gata Kamski no está dispuesto a ser un esclavo de su profesión durante mucho tiempo. A los 20 años, tiene las ideas muy claras: "Si no soy campeón del mundo, pronto, no lo seré nunca". La nueva estrella del ajedrez apenas celebró su triunfo sobre Valeri Sálov en las semifinales de la Federación Internacional (FIDE) porque debe prepararse para la final de candidatos de la Asociación Profesional (PCA), que disputará contra el indio Viswanathan Anand desde el 9 de marzo en Las Palmas. EL PAÍS visitó a los Kamski en la villa de ensueño que ocupan en Sanghi Nagar, al sureste de India.Son las 09.00, pero ya hace cuatro horas que Gata Kamski trabaja en su idílica residencia provisional, alejada de toda esa vorágine multicolor, que comparte con su conflictivo padre, Rustam, y su pacífico entrenador, Román Dzindzihásvili. Los tres son estadounidenses de adopción, con origen tártaro en el caso de los Kaniski, y georgiano en el de Dzindzi.
Antes de expresar con pasión sus obsesiones habituales -"Hay una confabulación para evitar que mi hijo sea campeón, temo que quieran envenenarle, alguien entró aquí el otro día y hurgó en nuestros archivos secretos"-, Rustam advierte que sólo podrá hablar unos minutos con Gata: "Tiene que prepararse muy bien contra Anand que lleva más de un mes concentrado cerca de Madrid con sus entrenadores".
El candidato al título mundial más joven de la historia no puede disimular algunos gestos de vergüenza cuando su padre pierde los estribos, pero comulga con él en las cuestiones básicas: "Es probable que ningún jugador haya acumulado tanta experiencia como yo a los 20 años. Si la FIDE y la PCA tuvieran una lista unificada, yo sería el segundo ahora mismo, a poca distancia de Gari Kaspárov. Sin embargo, Anand partirá como favorito porque se ha entrenado tranquilamente mientras yo luchaba con Sálov, a pesar de que éste me lo puso fácil, porque jugó mucho peor de lo que sabe".
Kamski muestra una sensatez impropia de una personalidad supuestamente eclipsada por la de su padre: "El tiempo libre no existe para mí. A los 20 años, uno está repleto de energía, ilusión y capacidad de sacrificio. Es mi gran momento, y debo aprovecharlo". Dicho esto, se dedica al entrenamiento físico. Bajo las estrictas órdenes de Rustam, Gata se pone a dar vueltas de campana por el jardín con virtuosismo -"Es para, mejorar la circulación sanguínea", aclara el padre-, hace ejercicios con un balón, corre tres kilómetros y se da un chapuzón en la piscina antes de la siesta.
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