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GENTE

LA GUERRA DE LA PASTA

Fue demasiado osado The New York Times cuando tituló hace unos días en primera página: "Es cierto, la pasta engorda". Desde las cuatro esquinas de Italia se han levantado clamores, a favor de esa harinaza en canal que constituye el timbre de gloria de un país a cuyos ciudadanos es peor tocarles los espagueti que mentarles la madre, por muy santa que la mamma sea. La pasta es un hidrato de carbono; por tanto, un azúcar. Mucho azúcar, mucha insulina; mucha insulina, mucha hambre. Mucha comida, mucho michelin. "Estupideces", dice Giorgio Calabrese, profesor de Alimentación de la Universidad de Piacenza. "Lo que tienen que hacer los americanos es dejar de engullir cuatro veces al día sus montañas de perritos calientes y salsas". "Que dejen ellos de comer patatas", ataca Giuseppe Martorana desde el Centro de Estudios Alimentarios de Roma. Y, más osado, el escritor Luciano de Crescenzo: "¿Nos vamos a dejar dar lecciones sobre la pasta por un pueblo que ha inventado la coca-cola y la hamburguesa?". Ante la polvareda del tortellino y el macarrón, The New York Times ha hecho un posterior editorial titulado "¡Basta con la pasta!". Pero la venganza está servida en el nuevo anuncio televisivo de la marca Barilla, protagonizado por la americanísima y estilizada Cindy Crawford, quien, sacando del bolso un paquete de espagueti, comenta insinuante el tiempo de cocción: "¡Ocho minutos!".-

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