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El Madrid gana, pero irrita

Los madridistas mantienen su opción por la primera plaza

Luis Gómez

Un resultado aparente no lo dice todo. Mucho menos en el baloncesto donde las distancias se pueden recorrer hasta de tres en tres. El Madrid resolvió la papeleta. Ganó, que era su obligación. Y poco más. Fuera de algunas asistencias de Sabonis, el partido sumó muchas objeciones. El Madrid jugó más tiempo irritando al buen catador de baloncesto que deleitando al personal.El Madrid acusa un raro defecto: cuando juega bien no es capaz de hacerlo demasiado bien y cuando juega mal tiene tendencia a hacerlo rematadamente mal. Podría concluirse, sin miramientos, que semejante comportamiento es sinónimo de que estamos ante un mal equipo. O ante un equipo que no hace las cosas bien, para ser más exactos. Yese es e Madrid de este año, candidato por más señas a ser campeón de Europa. Dados los últimos precedentes en la mano (desde el Limoges hasta el propio Jovenut) habría que considerar como posible este argumento: no haciendo las cosas bien (o no siendo el mejor) se puede ganar la Copa de Europa. Así le va al baloncesto por el continente de un tiempo a esta parte.

Los madridistas tenían ante sí ayer una asignatura bien sencilla. Rendir cuentas de un equipo griego en horas bajas y deshauciado de la Liga Europea, sumar los puntos en juego y esperar a la última jornada para rematar el objetivo de situarse entre los dos primeros del grupo. Bastaba un comienzo medianamente contundente para desarbolar la tibia resistencia que estaban dispuestos a presentar Savic y cmpañía. Estaba claro, lo dictaban los rostros de unos jugadores entre burridos y desganaos. Pasados diez minutos de juego, el PAOK sumaba cinco tantos. Poco después, los griegos firmaban una estadística paupérrima: cinco canastas después de 25 lanzamientos. Para cualquier observador neutral semejante dato debería significar que el partido, para esa fecha, debía estar concluso. No fue así. Al descanso, el PAOK llegaba vivo: 29-22.

La reanudación, sin embargo, o fue un potro de tortura. Tal es la irregularidad de los madridistas que dejan en entredicho a cualquier especulador. En puridad, la clave de lo sucedido estuvo más en la apatía de los griegos y su pertinaz desacierto, que en la capacidad resolutoria de los madridistas. Abierta una diferencia superior a los 10 tantos, el partido quedó visto para sentencia: no había capacidad de reacción en una de las partes.

Y visto para sentencia, el Madrid logró un mejor acomodo. Volvió a vestir por unos minutos esa zona 1-3- 1 que parece resultar la clave de su buena marcha europea. Arlauckas recuperó el tacto y Sabonis la posibilidad de entenderse con alguien. Entre ambos fraguaron la diferencia con un sencillo argumento: Arlauckas jugaba de pivot y Sabonis de base. Un peculiar dos contra cinco, que marcó el ritmo del de los 40 tantos madristas en la segunda parte, 30 se los repartió la pareja.

Y por tan extraño procedimiento, el Madrid maquilló un resultado honroso. La victoria mantiene intacto su objetivo. Los datos avalan su candidatura europea. Ahora bien, estamos ante el típico caso en el que las cifras van por un lado y las sensaciones por otro. El Madrid no huele a buen equipo. Aunque gane.

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