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Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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¿No le faltará al periodismo diálogo con los lectores?

Juan Arias

El debate organizado por Manos Unidas la semana pasada en el Colegio de Periodistas de Barcelona sobre cómo se presenta en la prensa el tema de la infancia abandonada me ha empujado a dedicar esta coloboración a una reflexión inspirada por dicho debate con usuarios de la información.En primer lugar me di cuenta una vez más de que, si existe a veces un abismo entre los Políticos y la calle, no debemos presumir los periodistas de saber siempre lo que esperan de nosotros los lectores.

En aquel debate hubo personas que no entendían por qué los periódicos no dan mayor relieve, por ejemplo, a problemas concretos del mundo social, de la sociedad civil, mientras siempre existe espacio para la temática específicamente política. Como no entendían por qué un diario empieza a informar sobre un tema (se puso el caso de Haití) y de repente desaparece como por arte de magia sin que los ciudadanos sepan lo que está pasando en un lugar de la tierra que durante tres días estuvo de moda. Y alguien se preguntó si a veces no es más importante y hasta interesante el seguimiento de una noticia, su profundización, sus consecuencias, su desarrollo, que el primer fogonazo de la explosión del caso.

Hubo quien planteó la objeción de que mientras exista una sociedad que compre los periódicos por la cantidad de escándalos que pueda ofrecerle. cada día, será difícil que dichos medios, -que no pueden olvidar que son una empresa y que si no venden se ahorcan- no se dejen arrastrar por dicha lógica. Pero uno de los presentes en el debate respondió: "¿Y si el afán de la gente por un periodismo puramente de espectáculo fuera debido a que los periódicos no saben dar lo que de verdad les gustaría a los lectores, es decir, la profundización de la noticia, la investigación de lo que no se conoce, el análisis serio, y sereno de esa borrachera de imágenes e impulsos informativos con que nos bombardean los medios au-. diovisuales?".

Periodismo de griterío

O sea, que podría tratarse de una pescadilla que se muerde la cola: los diarios se convierten en espectáculo imitando a la televisión -como acaba de denunciar Umberto Eco-, convencidos de que eso es lo que gusta a la gente, mientras que quizá los lectores, abrumados por las imágenes sin reflexión, preferirían otra cosa de un diario: saber más y mejor,El Defensor del Lector, recordando más de un debate intemacional sobre la problemática de la información, puede dar fe de que lo planteado en el debate barcelonés no es un tema trivial. Al contrario, es algo que preocupa hoy a los grandes diarios informativos del mundo. Uno de los grandes teóricos mundiales de la información, Mauro Wolf, catedrático de Técnica del Lenguaje Televisivo en el Instituto de Comunicación de la Universidad de Bolonia, afirmaba en una convención internacional en Locarno (Suiza): "No se comprende por qué una sociedad cada día más opaca, compleja y difícil de interpretar deba ofrecer un periodismo simplificado, de griterío o espectacular. Para quien desee divertirse existen otras profesiones y otras formas de comunicación". Y añadía: "El periodismo debe ser cada vez más consciente de que no puede desarrollar su papel sin pagar un precio a su sentido de responsabilidad y sin pagar el peaje de estar a la altura de la sociedad que pretende describir y servir".

Wolf planteó también que los periodistas no deben olvidar que en la sociedad actual una de las características de la información es que "la política no representa ya toda la realidad social, porque han crecido los ámbitos y las dimensiones que no se reducen a la política, y menos a la política de los partidos".

El catedrático italiano alertó para que los diarios de información cotidiana no se dejen arrastrar por la lógica televisiva, que es la de "la emergencia, que acentúa la exasperación del presente hasta el punto de que adelanta los títulos de los diarios que aún no han salido a la calle". Y explica que "el tiempo de la realidad social es distinto del tiempo de la política"..

Un ejemplo concreto que se puso en aquel congreso fue el siguiente: a veces un diario, arrastrado por la televisión, da la noticia de que se ha presentado un proyecto de ley que interesa enormemente a la sociedad. Pero después se despreocupa de saber si ese proyecto va a tener o no éxito, de las batallas abiertas o subterráneas para que la ley salga adelante o aborte antes de tiempo. Y se subrayó que con toda probabilidad ese itinerario podía interesar mucho más a los lectores que otras cosas más espectaculares.

Ansia de exclusivas

En la misma línea de crítica a un cierto periodismo que cree saber lo que le gusta al público -y que a veces es sólo lo que le gusta a él- se ha movido otro gran experto francés de la información, Dominique Wolton, director del Laboratoire Communication et Politique del CNRS de París, quien ha afirmado que una de las lacras del periodismo es que "con frecuencia los periodistas se comportan como jueces de lo que interesa o no al público, que presumen de saber lo que siente el público o a qué ritmo desea la información".Wolton alerta al periodismo acerca de dos peligros que considera graves para la información: que los informadores acaben convirtiéndose en meros "portavoces" de unos políticos que han comprendido la fuerza de la información y el que, por miedo a la homologación con los otros periódicos -que, por falta de investigación, acaban ofreciendo el 90% de la información idéntica a los demás-, se vaya a una búsqueda desesperada y compulsiva de la exclusiva cotidiana.A este respecto, el Defensor del Lector aprovecha para contestar a un lector que preguntaba irónico "cuántos kilos le cuesta a un periódico un scoop (exclusiva). Y lo hago con las palabras de Carl Bernstein, uno de los periodistas que se hicieron famosos con el Caso Watergate, que le costó la carrera a Nixon. En una entrevista al periodista Giancarlo Bosetti, del diario italiano L'Unitá, el mítico periodista norteamericano, a la pregunta: "¿No se ha enamorado del periodismo de los scoop?", respondió: "En absoluto. Porque además el caso Watergate no fue un periodismo de scoop, no fue un golpe sobre una gran historia. Fue un trabajo duro y lento de investigación sobre el que mi compañero Bob Woodward y yo publicamos trescientos artículos sobre el tema en sólo dos años".

En efecto, siempre se ha dicho que la verdadera exclusiva en periodismo, la que puede enorgullecer a un informador, es la que resulta de un trabajo serio y contrastado a través de una investigación paciente e inteligente. Todo lo demás, o es suerte, o regalo, o compra-venta de noticias, cosa esta última que EL PAÍS no utiliza.

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