El Móstoles cambia de aires
El equipo madrileño rompe su mala racha el día del estreno de su campo de hierba
El pestazo avanzaba, amenazante. El aire de equipo revelación que perfumaba al Móstoles se había vuelto fétido después de tres derrotas consecutivas. Y no era cuestión de volver a pinchar, sobre todo, teniendo en cuenta que las botas mostoleñas iban a pisar hierba en El Soto, donde antes sólo había arena. La victoria era el único absorbe-olores que podía atenuar el tufillo y así fue: el Móstoles consiguió sacar adelante un partido gris en el que dominó el Valladolid. La fragilidad de líneas y la escasa consistencia definió el arranque del choque. En la primera parte, sólo se consiguieron ver 10 minutos de fútbol calientes. Fueron aquellos en los que Blanco metió mano al partido y empezó a levantar la cabeza, cuando Bermejo se multiplicó por la banda derecha, cuando Carretero se dejó llevar por el instinto. En la segunda mitad, el Valladolid salió a comerse el encuentro con Baraja, un hábil centrocampista. Los visitantes desplegaron talento y empezaron a peinar el área de Javi. Y en eso llegó el chupinazo desde 40 metros de Rubén, el bote que el balón dio a dos metros del portero y la alegría en las gradas. El Móstoles parecía acorralado, pero allí estaba Rubén para sacarse de la manga un as que valía una partida. El Valladolid intentó remontar e incluso olió un gol que Bermejo salvó bajo los, palos. Con la expulsión de Íñigo, al Móstoles le llegaba la oportunidad de rematar la faena. Pero una cierta desgana unida a la falta de temple impidió una vitoria más lucida. Se atenuó el pestazo, pero el pestiño no queda tan lejos.
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