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La suspensión del partido divide al fútbol europeo

La decisión de suspender el partido entre el Génova y el Milan al inicio del segundo tiempo ha creado división de opiniones en el fútbol europeo. Los antecedentes hablan de no suspensión y van desde la famosa tragedia de Heysel hasta el caso de un joven aficionado o que murió en el estadio de Sarriá por el impacto de una bengala -Español-Cádiz, el 15 de marzo de 1992-.René Eberle, uno de los hombres más experimentados de la UEFA, subraya que no existen normas al respecto en casos similares. "La única norma", insiste, "es el sentido común. Si tenemos que recurrir al reglamento, lo único estipulado con claridad es que el árbitro es el único capacitado para suspender un partido durante su transcurso".

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Eberle estuvo presente en el estadio Heysel de Bruselas cuando la UEFA se vio obligada a tornar una decisión semejante a raíz de la muerte de seguidores italianos antes de la final de la Copa de Europa de 1985 entre el Juventus y el Liverpool. "Lo innegable", recuerda, "es que nadie tenía ganas de fútbol. Pero el tema se discutió entre todos los implicados y se decidió disputar la final estrictamente por razones de seguridad".

Impulsados por reacciones sentimentales, los capitanes de los dos equipos, Vincenzo Torrente y Franco Bares¡, pactaron la suspensión "del partido con el árbitro y se dirigieron a los aficionados por la megafonía del estadio Marassi pidiéndoles que mantuvieran la calma y que abandonasen en orden el estadio.

Los debates se abren con el rotundo fracaso de su petición. La suspensión sirvió para quitar el freno a las pasiones vengativas de los seguidores del Génova. Seis horas de disturbios, agresiones y destrozos saldados con 27 heridos y seis detenidos cuestionan la decisión. Nunca se sabrá si hubiera sido mejor continuar el partido mientras, siguiendo la receta de Bruselas, se perfeccionaba el dispositivo de seguridad.

La muerte de Spagnolo es la séptima relacionada con el calcio. El problema sigue vigente. Los ciudadanos de Génova recuerdan la violencia que rodeó el derby del 30 de diciembre de 1988 ante el Sampdoria y los quince hinchas heridos durante peleas callejeras en la tarde de un martes. En mayo de 1989 ocho de los participantes fueron condenados a dos años de cárcel. Días antes, los rutinarios controles antes de un partido entre el Pescara y el Lazio descubrieron cinco cuchillos de grandes dimensiones, cinco cócteles Molotov, 200 tuercas, cinco catapultas, ocho bengalas y tres botellas de ácido. El sindicato de futbolistas amenazó con una huelga en protesta por la ola de violencia que asolaba al fútbol. No hubo huelga. Han pasado más de cinco años y no ha remitido la tempestad de violencia.

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