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¿Dónde está Floro?

El técnico más ensalzado hace unos anos ha dejado de ser un libro de consulta y trabaja sigilosamente en Albacete

"El fútbol es muy cachondo". Hace sólo un suspiro, el fútbol español hizo una parada en Albacete en su alocada búsqueda de ídolos para su sustento: allí descubrió a un joven entrenador, Benito Floro (Gijón, 1952). Un tipo poco convencional, con cierto aire de maniquí. Se dijo por todas las esquinas, desde todos los rincones académicos: "Un adelantado para su tiempo"; "un revolucionario"; "recuerda a Sacchi"; "adiós a la magia, bienvenida la ciencia"; "reconcilia el orden con la fantasía". Las hemerotecas se inundaron de tiza, con pizarras, flechas, rombos... Los acontecimientos le llevaron en volandas hasta el altar. Luego le soltaron al vacío. Hoy, 10 meses después de ser condenado al infierno, apenas hay rastro de él. Ya no aparece en los cromos. Ha dejado de ser un libro de consulta. Pero aún existe. Reside y entrena en Albacete y sigue enamorado de la misma cibernética que le encumbró. La misma que este año ha birlado un punto al Madrid y otro al Barcelona. ¿Fue utilizado? ¿Se pasó de listo? Benito Floro: "Mi mayor error fue no preocuparme de mi imagen".Hoy no se adivina rencor en Benito Floro. Más bien, cierto sentimiento de incomprensión: "En este país, los que juzgan tienen poca honestidad y capacidad de análisis". Algunos de esos jueces llegaron a definirle como el mejor embajador de La Mancha desde Don Quijote. Consciente de que en el fútbol "te suben y te tiran", ¿siente que fue utilizado? "En líneas generales, sí. Me he sentido igual que otros muchos. Ahora veo el caso de amigos como Víctor Fernández que están en la cresta. Yo nunca he pedido que me entrevisten".

Para Floro, su enorme eco se debió a un problema emocional: "Este país siempre necesita nuevas sensaciones, sean buenas o malas". Todo empezó con el sorprendente debú del Albacete en Primera División. El vademecum de Floro fue empapando todas las aristas del fútbol español: "Posiciones de rechace", "dos contra uno en banda...". Asegura que no fue el inventor de este diccionario, pero le molesta que los críticos no reconozcan que "desde que lo hizo el Albacete se practica más". En su retorno a La Mancha ha comprobado cómo los equipos que acuden al Carlos Belmonte "doblan las marcas a balón parado". Un pequeño cosquilleo personal.

En Madrid no consiguió vender el lote completo de su enciclopedia. Dejó una Copa y estuvo a 45 minutos del título de Liga. Una mueca insignificante en el currículo blanco, pero viltal en su carrera. "Cogí una experiencia profesional definitiva y tengo la sensación de haber hecho un trabajo muy positivo".

Floro reconoce la buena imagen que ha logrado su sucesor, Jorge Valdano, aunque rechaza que su buena trayectoria contribuya a diluir su prestigio, su huella. "Todo el madridismo sabe qué equipo tenía cada uno. Yo contaba con nueve jugadores partiéndose la cara, un gran portero y un superclase -Michel-. Ahora hay ocho partiéndose el alma, un portero, un superclase -Laudrup- y un goleador en racha -Zamorano-. El Madrid siempre ha tenido equipos con este perfil, al margen de que Jorge sea un gran entrenador".

Afirma que disfruta conociendo para luego enseñar, y después de su tránsito por el Bernabéu cree haber asimilado todas las experiencias que le puede ofrecer el fútbol español. En su punto de mira figuran Alemania, Italia e Inglaterra -"donde el futbolista busca algo muy concreto en el entrenador: que le explique el sentido colectivo del juego". Ha tenido que aplazar su emigración por una cuestión moral: una llamada de socorro del Albacete, donde corre el riesgo de "perder el cariño de la gente".

Allí dirige a un equipo que ha despertado de su sueño y vive en el alambre. Pero Floro ha dibujado un equipo muy ordenado, capaz de sorprender de memoria a cualquier rival, y ha recuperado a Bjelica, un buen jugador que estaba condenado. No teme que su discurso esté caducado:"¿Qué discurso han variado Cruyff o Valdano?". Él no ha cambiado, pero su caja de resonancia ya no es la misma. Su cátedra se ha quedado sin auditorio. Ya se sabe: "El fútbol es muy cachondo".

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