A punto para el escaparate
Iván de la Peña llama a la puerta de Johan Cruyff cumplido su periodo de formación en el Barcelona B
Hastiado de sentirse un muñeco de feria, Iván de la Peña encontró en el tetracampeonato del grupo que comanda Johan Cruyff el mejor de los escondites. Nadie. preguntó por él durante esos cuatro años de escuela en el Barcelona. Cruyff exhibía a Guardiola, el hincha entero vi-braba con Stoichkov, el socio babeaba con Laudrup y el club bendecía a Koeman por darle la Copa de Europa. El escaparate del Camp Nou llegó a convertir al Miniestadi en el mejor de los refugios para un niño que huía del acoso de los mayores.Iván jamás había conseguido pasar inadvertido desde que sus compañeros le delataron en aquella pista de futbito que se desplegaba enfrente del bar Los Peñucas, el mismo que regentaban sus padres, en pleno barrio pesquero de Santander. Únicamente asomaba por el bar para mirar una y otra vez aquellas fotos, todas de azul y grana -sobre todo aquella que se hizo con el equipo el día en que el Barça jugó en El Sardinero- para así poder saltar en paz, casi siempre en solitario, a la pista de futbito
Era difícil jugar con él. Los de siete años no le querían porque jugaba como si tuviera catorce, y los de catorce le rechazaban porque jugaba como los de dieciocho. El día en que debutó en el Sotilezas, el equipo del barrio, estaba ya hecho para alinearse en el Perinés, y cuando llegó al Perinés fue porque peligraba el Racing. Llegó un momento en que era difícil verle jugar en un torneo de fútbito o apuntarse en los torneos escolares. Estaba ya harto de que, desde la barandilla del campo, le preguntaran: ¿Tú, de que vas, chulo? Jugaba comoun ángel en campos muy terrenales.
Iván decidió dedicarse al entrenamiento. Iba del campo del Racing a la escuela municipal, dirigida por Laureano Ruiz, y de la escuela a la playa, y del arenal al salón de su casa. Y allí, uno detrás de otro, miraba los vídeos que guardaban las jugadas elegidas de Pelé y Maradona. Las grababa en la memoria y al día siguiente las reproducía. Era tal la nómina de ojeadores que se guían su rastro y tan grande fue la propaganda que escampó su padre que salió a subasta cuando apenas tenía 14 años. Todos le querían: el Racing -por supuesto-, el Atlético, el Sporting, el Auxerre, el Barça y, sobre todo el Madrid.
El Madrid tenia preferencia porque Paco Gento fue el primero que pasó el informe. Cuentan incluso que Iván llegó a ponerse la zamarra blanca y que su padre dejó dicho que su hijo jugaría en Chamartín. Pero, como casi siempre, decidió la madre. No le gustó dejar a su hijo en el alojamiento externo que le ofrecía el Madrid sin antes visitar el hogar de las promesas azulgrana. Había recibido la llamada de Oriol Tort -el profesor como se le conoce en el Camp Nou por su sapiencia futbolística- invitándole a conocer La Masía. Madre e hijo quedaron prendados aquel verano del 1991 con la residencia del Barça, e Iván, con sólo 15 años, entró en la fábrica de talentos azulgrana.
El anonimato fue tan duro como la popularidad. Llegó a sentir la soledad, le vinieron ganas de regresar a casa y hasta dudó de que sería futbolista, porque se sintió uno más. Fue curtiéndose día a y día, sin salir en los papeles, y con la amenaza constante de su padre de llevárselo. Nadie reparó en él especialmente hasta que, cuatro años después, el grupo de Cruyff ha dejado de ser el escaparate del fútbol y la hinchada culé pregunta por la trastienda.
Y ahí, puntual, ha aparecido Iván. Ha dicho: ahí estoy, y como muestra ha dejado un gol en Pamplona para el recuerdo.
Fue un gol con el que siempre soñó: mitad de Maradona y mitad de Pelé. Arpón se la dio por banda derecha; la recibió con un amago y echó el cuero hacia atrás para sortear al primer rival, que le vino por detrás -¿recuerdan cómo inició Maradona en el círculo central la carrera de su segundo gol a Inglaterra en el Mundial de 1986?-; luego se le presentó el segundo zagero de Osasuna, ahora por delante, y lo sorteó con un caño; y, para acabar, a la salida, enganchó la bola de lleno con la derecha para batir al portero por la cruceta del palo corto como si fuera Pelé.
La jugada se ha convertido en un acto reivindicativo en el Camp Nou y en un asunto delicado para Cruyff. ¿Por qué no le, asciende al primer equipo? El Madrid anuncia que el jugador tiene las puertas abiertas. Iván, con contrato hasta 1997 y con una cláusula de rescisión de 150 millones no desespera, aunque reconoce que tiene sana envidia de Raúl y que le gustaría entrenarse con el primer equipo.
Cruyff le llamó para el partido que montó el miércoles. Es la tercera vez que pregunta por él desde su llegada. Hay inicios que apuntan cierta indiferencia del técnico hacia el jugador. No se lo ha llevado a ningún stage de pretemporada, no le ha inscrito para Liga de Campeones -prefirió puntar a Roger, Genís y Quique Álvarez, todos del filial-, ha contratado a José Mari, un joven valor de Osasuna, y ningún miembro del cuerpo técnico ha dicho que es mejor que otros. La respuesta de Toni Bruins o Carles Rexach es siempre la misma: "¿lván? Se habla más de él que de otros, pero en el filial hay seis o siete muy buenos". Son los Roger, Celades, Quique Alvarez, Quique Martín, Arpón, Toni...
La primera vez que Cruyff se interesó por él, sentenció: ¡ponedlo de 7!. Iván se asustó tanto que pensó en largarse. Cruyff si gue la receta del Ajax con los futbolistas interesantes: les cambia con asiduidad de su demarcación natural para que no se acomoden y se curtan resolviendo todo tipo de situaciones. Iván recorrió así todo el campo. La segunda ocasión fue, más emotiva: se llevó al jugador con el primer equipo a un amistoso la temporada pasada en Almería. Pero la tercera resultó de nuevo cruel: poco antes de iniciar el presente curso llegó a oídos de su padre que querían mandar a su hijo al amateur de Tercera División para que le zurraran un poco. Y entonces Pin, como le llaman a Agustín, dijo: me llevo al chicho.
El Racing presentó una oferta formal por el jugador cuando visitó el Camp Nou el mismo día en que Jordi Cruyff fue bautizado como l'hereu [el heredero].
Pero nunca le soltaron. No ha necesitado ni medio año para ganarse la batuta del filial pese a que su ficha no llega al millón y hay quien le compara a Milla por su sentido táctico. También recuerda a Guardiola la fácil lectura que realiza de un partido. Otros, en cambio, le iás allá del 4, -elpuesto donde a él le gusta jugar- en la zona del 6, tanto por su buena llegada al campo ajeno como por su gran pegada. Iván es un futbolista con. un talento natural que compite por un puesto sagrado en el manual de Cruyff.
Un jugador completo, Puede que tenga dificultades en el juego aéreo, porque no mide más de 1.70 y le cueste mirar hacia atrás, pero tiene una buena caja -vive sólo para el fútbol-, mejores piernas -le pega al cuero con las dos- y una cabeza privilegiada. Domina el campo con anteojos: si alguien algún día se atreve a decirle: dásela al 7, queda en ridículo porque se la tira al 9 y el pase no admite réplica. Su mente corre más que el cuero y que la guadaña del rival. Tiene un buen desmarque y, además, sus pies son idóneos para golpear el balón: calza un 39-40, una bota que permite pegarle de lleno al cuero. Y, además, ha dejado de hacer el fútbol-comedia propio de los que se sienten mejores: un toque por allí, un amago por aquí, un engaño por allá. El fútbol de Iván no es de adorno.
"Tengo 18 años y no estoy todavía cómo para pedirle algo al míster", replica. "Me faltan muchos entrenamientos aún. En el último me di cuenta de que el ritmo de juego del primer equipo es muy rápido, quieres colocarte y te pierdes. Tus compañeros corren dos metros y ya tienen el espacio cogido. Mira a Guardiola, a Bakero, a Eusebio... y todavía falta Óscar". A buen seguro aguardará hasta final de curso y entonces, a tenor del escaparate, puede que se atreva a llamar a la puerta del vestuario de Cruyff para decirle: "Míster, espero no defraudarle". Entonces se sabrá de verdad si, una vez criado a imagen del maestro, lo único que no le gusta ahora al míster de Iván es que lleve el pelo cortado a cepillo por comodidad, superstición o porque harto de indiferencia, necesita llamar la atención.
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