El teatro de la Abadía levanta el telón
El centro, con dos salas en Chamberí, comienza en febrero su andadura

Casi todo está preparado en la Abadía. Detrás del esqueleto de una antigua capilla de un colegio pintada de color ocre intenso se esconde un espacio con dos salas de teatro, una escuela dramática y muchas ganas de ganarse el barrio donde surge, Chamberí. Recién nacido febrero, levantará el telón por primera vez con una obra de Valle-Inclán. Después llegarán compañías invitadas, música y teatro infantil.
El teatro de la Abadía esconde una fundación que lo gobierna, integrada por la Comunidad de Madrid, el Ministerio de Cultura y el actor y director José Luis Gómez, cuyo equipo regenta el centro. Un grupo de 19 personas gestiona el teatro y la escuela, en la que, durante ocho meses, se han formado 14 actores, escogidos de entre 150 que aspiraron a aprender con Gómez. El presupuesto anual del ente se cifra en unos 100 millones.El equipo de estudiantes lleva cuatro meses ensayando la obra Retablo de la lujuria, la avaricia y la muerte, de Ramón María del Valle-Inclán. El telón se alzará por primera vez ante 260 espectadores a principios de febrero en la sala Juan de la Cruz, construida en la antigua capilla del colegio de la Sagrada Familia, en la calle de Fernández de los Ríos. Posteriormente se estrenará la obra Castillos en el aire, de Fermín Cabal.
La Abadía tiene una segunda sala, denominada José Luis Alonso, que ahora se utiliza para impartir clases y que está comunicada mediante un pasillo con el primer escenario.
Incluso la escenografía de la obra de Valle-Inclán recuerda que una vez existió una iglesia donde hoy se instala un escenario.
El teatro de la Abadía pretende echar raíces en el vecindario: "En esta sala, que es la que tenemos preparada para hacer teatro, pretendemos que los vecinos se sienten a ver los preestrenos y las primeras funciones", comenta Rosario Ruiz, la adjunta a la dirección, sentada en una silla y con su espalda bañada por la luz de una de las vidrieras del antiguo templo.
"Para los vecinos, la recuperación de la iglesia ha sido buena, pues estaba abandonada y en ella vivían vagabundos que causaban problemas; esperamos que entiendan la recuperación del templo como una sala teatral", prosigue Ruiz.
La rehabilitación de todo el conjunto, que ha costado 120 millones de pesetas, no ha tocado la fachada, y por ello, la construcción sigue pareciendo una iglesia remozada y con los portalones pintados de negro. Incluso se conservan algunos de los pavimentos originales de la capilla. Para afirmar su identidad madrileña, se han plantado cuatro madroños frente a la puerta principal de la sala.
Intercambios
A la textura dramática se le sumarán otras actividades que son de interés para cualquier madrileño curioso: "Música clásica contemporánea; teatro infantil, del que Madrid está muy necesitado; lecturas dramáticas... ", continúa explicando Ruiz. "Además, es un espacio para investigar y para fomentar el intercambio de saberes, mediante cursos, seminarios, charlas". La adjunta a la dirección sigue desgranando los proyectos para el espacio: "Estamos en conversaciones para que la Orquesta Reina Sofía sea la orquesta de la sala; pretendemos programar jazz, flamenco y músicas de todo el mundo. Esperamos ser el escenario de algunos montajes del Festival de Otoño...".
Rosario Ruiz habla sobre el duro camino que han seguido los 14 alumnos para llegar hasta aquí. Han aprendido Tai Chí, han educado su aparato fonador, han usado el canto rítmico, han perfeccionado la articulación del lenguaje y han observado una estricta educación prosódica, impartida por el profesor Agustín García Calvo.
La segunda promoción de alumnos de esta peculiar escuela está ya a punto de ingresar, en el mes de abril. El curso tendrá una duración de seis meses y los alumnos pagarán, aparte de una matrícula de 35.000 pesetas, mensualidades de 25.000. Rosario Ruiz está muy orgullosa de este aspecto: "Salvo la Escuela de Arte Dramático, no hay nada más barato".
Cantera de la región
Uno de los requisitos de ingreso para los estudiantes que quieran aprender en la Abadía es tener la residencia acreditada, mediante certificado, en la Comunidad de Madrid. Lo que se pretende es que el núcleo de actores formados se vaya extendiendo a modo de cantera para extraer una compañía de la Comunidad.
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