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'Pesepatria'

Me piden patriotismo en relación con la peseta, y yo, cual Pesetina de Aragón o Mariana Peseteda, me apresto, respectivamente, a disparar cañonazos contra el marco en cuan to vea uno -a excepción del Marco de Aragón, que eso sería poco patriótico- y a bordar un rosario con los dientes de Clara Schumann, que es quien figura en los billetes de 100 marcos. Esto en cuanto a medidas esplendorosas, que se complementarían con un vibrante, himno a la peseta, que daría a componer al maestro Perales y que todos podríamos cantar con el karaoke antes de acostarnos. Ahora bien, en el terreno práctico, en el día a día, ¿qué hacer? ¿Debo ahorrar o, por el contrario, es mi obligación patriótica comprar cual insensata para que el dinero circule? En el primer caso, ¿con qué? En el segundo, ¿con qué? Dilema.

Quizá toda mi contribución a la patria afligida por el naufragio del Peseidón, por buena voluntad que le eche, tiene que limitarse a lo que vengo haciendo hasta ahora. Es decir: resignarme a que todo ha subido cuando voy a hacer la compra, seguir pagando los desorbitados intereses que las tarjetas de crédito a las que estoy abonada me cobran, no discutir sobre el monto de mis facturas de electricidad y teléfono, aceptar sin chistar los intereses de los créditos que pido, comprar las biografías de hombres ilustres que me proponen por correspondencia, en la esperanza de crear puestos de trabajo, y arrastrar del balcón a la cocina y de la cocina al balcón la bombona de butano, que desde que cuesta más la encuentro más pesada que de costumbre.

En la medida de mis posibilidades, juro ante la bandera que haré cuanto esté en mi mano para no ser arrojada de la Pesepatria. El problema radica en que, una vez más, en esa mili los mandos van de héroes y la ciudadanía somos los chusqueros.

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