EI Atlético no levanta cabeza
El Español vence con un juego vulgar a los rojiblancos en un partido muy brusco
El Atlético de Madrid salió al campo tan preocupado por el puñal que Jesús Gil aprieta a su espalda que se olvidó de la amenaza obvia, inmediata y frontal de Raducioiu. Mientras miraba por encima del hombro permitió que en apenas nueve minutos el rumano orientara el curso del partido.López apenas había tenido tiempo para calentarle cuando Radu le invitó astutamente a distraerse con Roberto, que apareció en el centro del área y con la trayectoria de un balón alto que llegaba desde la banda derecha. Cuando Roberto, el centrocampista local logró peinar hacia atrás, allí estaba el rumano en espléndida soledad, para marcar desde una distancia medible en centímetros.
Cuatro minutos después, un despeje largo desde la defensa españolista -sería caricativo describirlo como pase- descubrió a López y Raducioiu, solos en una hectárea de terreno. Dadas las enormes diferencias de cintura y arranque entre los dos jugadores enseguida tomó aires de inevitabilidad el acoso y derribo desde atrás. Marín López desmintió los temores de Camacho sobre las teledirecciones emitidas por Gil y mandó a la ducha al rojiblanco.
Si tantas líneas dedicadas a los primeros minutos parecen excesivas, es que el resto del partido produjo tedio. Parecía prohibido. ligar más de tres pases. El concepto loable de abrir juego por, las bandas se hizo de una forma tan imprecisa como obsesiva, y provocó tan sólo un alud de saques de banda. Y un recital de tosquedades adornado con entradas tan duras, que los tres obligados cambios en la primera media hora robaron a D'Alesandro y Camacho cualquier posibilidad de encontrar antídotos tácticos a los males del encuentro.
Simeone tardó muy poco en eliminar a los dos pivotes del Español en el centro del campo -primero Francisco y después Brnovic- por lo cual fue aclamado por el público de Sarriá cada vez que tocaba la pelota. Afortunadamente, para el pobre juego visitante hubo mucho griterío.
Perdiendo y con un hombre menos, D'Alessandro coqueteó durante unos minutos con la valentía de seguir actuando con tres defensas para luego imponer la cordura y apuntalar los cimientos dando entrada a Ferreira por Dobrovolski.
Ninguna de las dos opciones parecía capaz de cambiar la fisonomía, muy conocida del Atlético. Sigue actuando como una colección de mundialistas y olímpicos, que impresiona por la relación de nombres, pero no por su pesonalidad colectiva. Todos saben hablar bien, pero, como diría Valdano, no hay discurso.
Los hombres capacitados para marcar diferencias, no lo hacen por desaprovechar sus virtudes. Kosecki, como punta de lanza, sigue siendo un peso pluma. Empezó por la derecha para luego, tras la marcha de Dobrovolski, pasar al centro y abrir camino para un Caminero, que no tiene ni la velocidad ni el regate necesarios para desbordar en la banda.
Los méritos del Atlético no fueron futbolísticos, sino los derivados de la voluntad y una presión desordenada, elogiable, dado su largo periodo de inferioridad numérica. Sin ligar jugadas empujaba a un Español que después de la pérdida de sus hombres clave en la sala de máquinas, se puso el mono y sólo intentó curarse el resultado.
Luis Cembranos, que debutó a raíz de la lesión de Francisco, realizó una labor honesta que entonó perfectamente con las pragmáticas directrices de Camacho. No obstante, y pese a sus sudores, el Español pasó muchos apuros durante el segundo tiempo, permitiendo regates de Caminero y Manolo desde el centro del área y obligando a Toni, a que sacara nota con tres paradas de calidad.
La justicia poética quiso que el encuentro fuera sentenciado por un acto de farsa. Diego acosado por Lardín en la parte derecha de su area pequeña, dió el balón a Solozabal delante de la portería. El capitán, intentando tocar con elegancia y sin señales de pánico hacia su derecha, envió el balón contra el pie de Raducioiu y, de rebote, a la desprotegida red. El Español logró de forma casi involuntaria los dos puntos con una producción bastante vulgar, mientras el Atlético sigue sin reunir los requisitos empresariales deseados por Gil. No levanta cabeza por temor a tenerla cortada.
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