Familias, hogares y personas
En 1983 publiqué en este mismo diario un largo artículo sobre la familia en el que, basándome en datos del censo americano de 1980, mostraba una seria crisis de esa institución y alguna de sus consecuencias. En concreto la progresiva transición de una sociedad de familias a una sociedad de individuos. La tendencia se señalaba poco después para Francia, Alemania y otros países. Un best seller de la sociología alemana, La sociedad de riesgo, de UIrich Beck, publicado en 1986, basaba en ello no pocos de sus análisis.Desgraciadamente, el tiempo parece afianzar la sensación de que esta crisis es estructural y no coyuntural. Algunos datos: nada menos que, el 26% de los hogares de la Unión Europea son ya unipersonales. A lo que habría que añadir otro 3% de hogares pluripersonales no familiares, e incluso otro 8% de familias monoparentales, consecuencia de divorcios o separaciones. En algunos países las cifras se disparan: más del 34% de los hogares daneses, el 33% de los alemanes y el 30% de los holandeses son unipersonales. En algunas grandes ciudades el fenómeno es masivo: la mitad de los hogares de París son unipersonales; "capital de la soledad" la denominan los demógrafos franceses.
No expondré las razones de esta crisis, muchas y variadas. Pero sí poner de manifiesto que se ha instalado con soltura en España, donde, corno es sabido, se ha producido una drástica disminución de la nupcialidad (de un máximo de 271.000 matrimonios en 1973 liemos pasado a poco más de 200.000) y una rapidísima y muy fuerte disminución de la natalidad (de más de 600.000 nacidos al año a comienzos de los setenta a algo menos de 400.000). La consecuencia no es sólo una pirámide de población sin base (de hecho, un rombo), o una tasa de dependencia creciente, sino también que cada vez hay menos familias y éstas son más pequeñas.
. Es cierto que ante la crisis económica las familias españolas han reaccionado cobijando en su seno a los hijos/as, ya no tan adolescentes, carentes de trabajo, y que por ello dilatan sus estudios. Es decir, se ha evitado la aparición de nuevos hogares prolongando la duración natural de los de origen, y por ello el número total de hogares crece muy poco: el 8% en la última década censal, mientras que en la anterior creció más de un 20%. Por supuesto, la situación no es sostenible y esos semiadultos "refugiados" comenzarán a independizarse tan pronto la coyuntura económica o demográfica mejoren (lo que está ya ocurriendo en ambos casos), con lo que la tendencia al crecimiento de hogares se reavivará en España. ¿Serán estos familiares o no?
Sin duda, una mezcla. Pero la, tendencia es clara, y si clasificamos los hogares españoles por el grado de solidez familiar de los vínculos internos (como ha hecho Miguel Requena siguiendo a Peter Laslett) veremos que a lo largo de la última década censal, los hogares familiares decrecen mientras que los no familiares crecen muy por encima de la media. Concretamente, los hogares con más de un núcleo conyugal (antigua familia extensa) decrecen un 17%; los hogares con sólo un núcleo conyugal (con o sin hijos) se mantienen, creciendo con la media un 8%, y son aún el 66% de todos los hogares, pero en 1970 eran nada menos que el 90%; los hogares monoparentales, de un solo progenitor con varios hijos, y que son ya un primer paso en la descomposición ¿le la familia, crecen nada menos que un 43% (son el 10% del total); los hogares pluripersonales, pero sin núcleo conyugal o familiar, crecen un l2,4%; y, finalmente, los hogares de solitarios crecen un 14% y son ya el 10% del total. La tendencia es, pues, indiscutible. No hace falta apuntarse a la familia, el municipio y el sindicato" o defender formas familiares obsoletas para percatarse de que esta tendencia no es saludable. El Congreso de los Diputados ha iniciado el estudio de una posible política de familia. En buena hora hay organismos públicos y privados que se ocupan de todo tipo de instituciones: de la ciudad o la empresa., del arte, de la juventud, la mujer o los ancianos. Nadie de la familia. Si nos descuidamos, empezaremos a añorarla cuando ya no exista.
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