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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La batalla de Moscú

LAS TROPAS rusas están destruyendo Grozni, capital de Chechenia, usando para ello la artillería pesada, los tanques y la aviación. A falta de datos fehacientes, se cree que es muy elevado el número de muertos civiles. El ministro ruso de Defensa, Grachov, anuncia que aún serán necesarios de 5 a 6 días para que los rusos controlen de verdad la capital chechena. Al dar' las órdenes para que se empleen en Grozni los métodos de guerra más brutales, contra un enemigo infinitamente más débil, Yeltsin ha desmentido sus declaraciones anteriores en las que decía que no se causarían bajas civiles. Pero no estamos ante un cambio de táctica militar. El problema es mucho, más grave. Yeltsin se ha pasado al campo nacionalista, al de las personas y grupos que preconizan en Chechenia el recurso a la guerra con todas las consecuencias.¿Pero sólo en Chechenia? La realidad es que el asalto a Grozni está sirviendo como causa, o pretexto, para un cambio profundo de la política que Yeltsin ha aplicado en los últimos tiempos. Desde hace meses su reformismo estaba sufriendo recortes y mutilaciones. Pero ahora, y básicamente como consecuencia de la guerra en Chechenia el escenario político de Moscú se ha modificado radicalmente. A Yeltsin le apoyan hoy sus peores enemigos de ayer, empezando por el nacionalista fascista Zhirinovski. Es el partido de éste, al margen de algunos casos individuales, el único que se pronuncia con entusiasmo por la guerra contra Chechenia.

En cambio, prácticamente todos los grupos liberales y reformistas, los que han apoyado a Yeltsin a lo largo de su carrera desde su primera elección por sufragio universal como presidente de Rusia, se enfrentan a él de manera rotunda. De ahí que la última batalla de Chechenia se esté librando en Moscú- Gaidar, campeón de la reforma económica y antiguo presidente del Consejo de Ministros, afirma que Yeltsin ha cometido "un error fatal". Yavlinski acusa a Yeltsin de haber demostrado, su incapacidad en tres puntos decisivos: en lo económico, con el martes negro que puso al rublo al borde de la quiebra; en lo internacional, por el fracaso de sus propuestas en la última conferencia de Budapest; y en los problemas interiores, al desencadenar la guerra de Chechenia.

Tras dos años de haber asumido como una situación de hecho la independencia de esta pequeña república, proclamada por Dudáiev con fuerte apoyo popular, Rusia podía buscar una solución negociada. Pero un ataque como el producido supone una gravísima violación de los hábitos internacionales y empuja a la sociedad rusa por el camino de la violencia. Síntoma preocupante. es 1woblígación impuesta por el Gobierno a la televisión y 4 la radio de publicar las noticias oficiales. Si aún no se puede hablar de censura, los periódicos, entre los cuales predominan opiniones críticas sobre el ataque a Grozni, están sometidos a toda clase de presiones. Se les impide enviar corresponsales que puedan reflejar la verdad de lo que ocurre en Grozni y otros lugares de combate. Existe un gran temor entre los reformistas a un retorno al Estado policiaco.

La reacción internacional ha sido, tibia, por temor quizá a una multiplicación de guerras antirrusas en el Cáucaso. Pero el ataque a Grozni puede tener un efecto contrario. En todo caso, numerosos Gobiernos, como los de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania, se han dado cuenta de que su silencio inicial era escandaloso. Moscú ha empezado a recibir protestas más o menos enérgicas, y cada vez son más los dirigentes occidentales que Comprenden que apoyar a Yeltsin no es ya la única vía para alentar la democracia en Rusia.

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