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Navidades en los escombros de Mostar

García Vargas lleva "el afecto y el respeto" de los españoles a sus 'cascos azules'

ENVIADA ESPECIALEl ministro de Defensa, Julián García Vargas, realizó ayer una visita relámpago a las tropas españolas desplegadas en Bosnia-Herzegovina para felicitarles la Navidad. A ritmo de paso ligero saludó a los cascos azules de la Agrupación Extremadura del destacamento de Medjugorje y a los que permanecen en los dos destacamentos de Mostar, la ciudad separada en dos mitades por una de las cicatrices más hondas de la guerra. La visita finalizó en Dracevo, donde se encuentra el escalón médico avanzado de la agrupación.

García Vargas llevó a los soldados "el afecto y el respeto" de todos los españoles por su labor. Los planes de retirada de las tropas parecen arrinconados de momento. "A veces surgen dudas, no sólo entre los ciudadanos sino también entre los políticos, porque ésta es una guerra interminable, pero somos conscientes de que si esta misión no continúa habría un gran desastre humanitario en la ex Yugoslavia", señaló García Vargas.

El ministro indicó que ya se está formando a los componentes de la Agrupación Galicia, el sexto contingente español, que sustituirá a las tropas actuales cuando finalice su misión el próximo mes de abril. Además, se reforzará el personal de apoyo a los F-18 españoles con base en Aviano (Italia) que realizan tareas de control del espacio aéreo balcánico, y se sigue estudiando el despliegue de una compañia, unos 100 hombres, en la zona de Stolac, en la Herzegovina bajo control serbio, donde el pasado 4 de noviembre perdieron la vida en accidente de tráfico dos soldados españoles. Fueron los últimos de una lista de víctimas mortales que suma ya 14.

A pesar de lo apretado de la jornada, el ministro tuvo tiempo de entrevistarse brevemente con el administrador designado por la UE en Mostar, el alemán Hans Kosnich, que le explicó sobre el terreno las tareas de reconstrucción de la ciudad. Mostar ha recuperado gran parte de su actividad en la zona oeste, la croata, pero la zona musulmana del este sigue reducida a escombros.

Los cascos azules españoles están redoblando sus esfuerzos en las tareas de reconstrucción y, sobre todo, cooperando con Kosnich para que los ciudadanos de ambos sectores curen las heridas que dejaron las balas y los morteros, y arrimen el hombro para poner en marcha la ciudad. "Más que autobuses y electricidad, más que poner a pleno funcionamiento los hospitales y las escuelas, Mostar necesita tiempo", explicó Kosnich.

Tiempo y trabajo. Los ciudadanos del sector este ahora sólo pueden pasear entre las ruinas con las manos en los bolsillos y llorar a sus muertos en cementerios improvisados en los parques. Los niños se agrupan frente al destacamento español a la espera de golosinas y chapurrean castellano para vender pipas a los soldados. "Nos conocen bien después de dos años", comenta un soldado sonriente y rodeado de chavales. García Vargas les transmitió calor desde España para aguantar mejor el frío invierno balcánico, pero el mejor premio a su esfuerzo lo tienen allí, en una pintada sobre, las huellas de disparos en Mostar este: "España Olé".

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