Horas muertas en el Tapa-Tapa
Inocente Ruiz Cordero, acusado por la Guardia Civil del triple crimen de Aravaca, contaba su vida al primero que le escuchase. O que le invitase. Lo hacía con ojos rojos en el cargante bar Tapa-Tapa, en la calle de Valdievieso, donde pasaba las horas muertas del día mientras esperaba con la mirada la llegada de cosas mejores.Hablaba mucho de sus trabajos. De cómo dominaba los laberintos de la electrónica, de los motores que un día supo desmontar. Se jactaba suavemente de ello.
La gente lo sabía. Muchos le vieron crecer en el pueblo, otros respetaban a su padre, ese albañil bajito y locuaz que emigró en los años cincuenta desde Casas de San Pedro (Badajoz) junto a su mujer Castora.
Eran estos últimos vecinos quienes ayer más rencor guardaban a Inocente. No podían perdonarle los verdugones que a veces lucían sus ancianos padres en la cara. Algo de lo que Inocente nunca hablaba. Se lo metía por la vena.
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