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Lección de Bosnia

La evolución de la crisis de Bosnia, capaz de poner en tela de juicio factores de estabilidad internacional tan importantes como la solidaridad atlántica, la eficacia militar de la OTAN y el buen entendimiento con Rusia, debiera hacer reflexionar.Sin duda, en primer lugar, sobre el conflicto balcánico, cuya solución a largo plazo (la Gran Serbia y la Gran Croacia) puede no estar escrita en los manuales de ingenuidad y ni siquiera, tal vez, en los tratados -necesariamente abstractos- de ética, pero sí bastante acorde con la naturaleza de las cosas. Algo cuya fuerza normativa resulta más fuerte que las resoluciones de Naciones Unidas e incluso, como estamos viendo, que las armas occidentales. Quienes creen que lo mejor es intervenir -o dejar intervenir- para perjudicar al bando que sucesivamente satanizan sin explicar del todo tan dialéctica valoración -primero los croatas, después los serbios, ya veremos mañana- debieran ejercitarse en la virtud de la modesta inhibición y la práctica del cordón sanitario.

Pero la reflexión excede con mucho los Balcanes, porque lo que allí ocurre es anticipo de lo que puede suceder a más grande escala si continúa el proyecto de extender la OTAN hacia el Este.

Una organización creada para hacer frente a la amenaza soviética y que, sin embargo, aun clausurada la guerra fría, sigue siendo de gran utilidad como único vínculo institucional de Europa occidental con Estados Unidos: como factor de equilibrio europeo ante la gran potencia que sigue siendo Rusia; como garantía contra las tentaciones de renacionalizar las políticas de defensa de los Estados europeos; como instrumento de seguridad frente a nuevos riesgos y amenazas, especialmente en el flanco sur de la Alianza y fuera de área.

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Todo ello es suficientemente importante como para conservar la OTAN. Pero si algo puede erosionarla, es el intento de ampliarla hacia el Este.

En efecto, la eficacia de la Alianza, durante más de cuarenta años, se debe en gran medida a la limitación de su objetivo (la seguridad esencialmente militar en una región determinada) y la homogeneidad de sus miembros. Y su principal lastre ha sido la escasez de recursos económicos, humanos y convencionales, sólo compensados por las diversas formas de disuasión nuclear, desde la masiva de los primeros años a la selectiva.

Ahora bien, si se extienden las responsabilidades de la Alianza hacia el Este sin incrementar sus medios (algo hoy día más que difícil) para hacer frente a problemas respecto de los cuales las armas nucleares nada tienen, felizmente, qué hacer, y, a la vez, la misma ampliación de sus miembros disminuye su homogeneidad y solidaridad, el resultado será una OTAN absoluta y relativamente más débil. Y los países entre Alemania y Rusia, que aspiran a incrementar su seguridad merced a la OTAN, la verán disminuida a la vez que complicarán la de Europa occidental. Lo que está ocurriendo en Bosnia, donde los aliados se enfrentan y el aparato militar se embota ante un conflicto para el que no fue diseñado, es prueba de lo expuesto.

También lo es que la intervención atlántica en el este de Europa no sólo muestra la diferencia de los intereses de losaliados, sino el antagonismo con los más que respetables intereses de seguridad y nacionales de Rusia. Si la extensión de la OTAN a la antigua RDA le costó el poder a Gorbachov,había que evitar que la aproximación de la OTAN a las fronteras occidentales de Rusia avive los resortes del ultranacionalismo ruso, como ya han hecho los ataques al hermano menor serbio. Porque Rusia es y será una gran potencia cuyo volumen excluye la integración, pero exige la cooperación, y ésta requiere evitar toda sensación de aislamiento.

Por último, es claro que si la extensión de la OTAN pretende garantizar una zona de seguridad, lo que quedase fuera de ella aparecería como abandonado a la inseguridad. Mientras el actual interés atlántico en Europa del Este puede ser un instrumento de disuasión de agresiones externas, aunque no de conflictos internos, ampliar la Alianza y trazar una raya tan sólo serviría para aumentar la inseguridad y, el consiguiente riesgo al Este de una Alianza más grande y, por las razones antes expuestas, más débil. Si, por el contrario, la opción es extender ilimitadamente la Alianza, es posible que se confundiera con la CSCE y resultara, desde el punto de vista militar, tan inocua como ésta. Las siglas no bastan a suplir las instituciones, ni éstas equivalen siempre a las realidades.

Bosnia ha puesto de relieve que una organización tan vital como la OTAN no sirve para todo, porque hay conflictos para los cuales resulta inadecuada e, incluso, contraproducente, por los antagonismos internos y externos que produce.

La dimensión es una cualidad esencial a los objetos y el espacio a los sistemas. Estirar no siempre aumenta. A veces desgarra.

Miguel Herrero de Miñón es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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