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Reportaje:

Y el banco cayó

Guía de los métodos más empleados por los estafadores para robar sin violencia a las entidades financieras

Jan Martínez Ahrens

La violencia queda para otros. El mundo de los chorizos finos asalta los bancos sin pegar un tiro. Sigilosamente, pero con disciplina. Unas ocho bandas formadas por antiguos carteristas, atracadores reconvertidos y timadores aventajados controlan este mercado del engaño en Madrid. Un oficio basado, según los informes del Grupo IX de la Brigada de la Policía Judicial de Madrid, en cinco tipos de actividades bancarias: el cobro de cheques, su ingreso en cuenta, la solicitud de talonario, la petición de cheque bancario y la orden de transferencia. En. sus manos, cada una de estas transacciones -con sus lucrativas variantes- se convierte en una palanca para levantar los millones.Un movimiento en el que participan desde gallos -estafadores que dan la cara- hasta pendolistas o falsificadores. Todo un mundo por el que incluso discurren fórmulas secretas para borrar la tinta de los cheques. El principal temor de estas bandas es la publicidad, la difusión de sus métodos. Esta radiografía ofrece el esqueleto de sus estafas más comunes.

Cheque sustraído. A pesar de su solera y los avisos bancarios de evitar el envío de cheques por correo, sigue siendo el método más extendido. En los últimos años ha decaído en Madrid y se ha incrementado en las sucursales de la provincia.

Los cheques son sustraídos de los buzones. Los estafadores prefieren los de admisión de cartas -amarillos- a los de uso interno de Correos -verdes-, en los que la correspondencia ha llegado a destino y se dispone de menos tiempo para la faena.

Una vez en posesión del cheque, se inicia el proceso de falsificación. "El encargado es un privilegiado dentro de la banda. Nunca da la cara, ni desvalija buzones. Su trabajo le ocupa uno o dos días", cuenta la policía.

Nunca se altera la firma. En cambio, la cantidad casi siempre es modificada -incluso a la baja, para evitar el recelo del banco- Si el cheque es al portador, la estafa raramente supera las 500.000 pesetas, entre otros motivos, porque por encima de dicha cantidad la sucursal puede negarse a pagar alegando no haber recibido aviso.

Si el cheque robado ha sido cumplimentado a mano, se emplea un borratintas de papelería -es muy apreciado el de la marca Ebro- o uno elaborado a partir de fórmulas propias -estas alquimias suscitan entre los falsificadores auténticos mitos, según la policía-. También se utiliza el raspado con cuchilla. La superficie se recompone con una ligera capa de cola que elimina la pelusa, y el fondo se reconstruye con lápices de colores.

Menos dificultad presentan los cheques escritos con máquina eléctrica. "Basta con una cinta correctora de la misma marca para lograr un borrado perfecto sobre el que escribir otro texto", indica una fuente policial.

En el caso del cheque nominativo -el preferido de los delincuentes-, se falsifica también un DNI, preferentemente antiguo. Se le cambia la fotografía -por la del estafador- y, para poder cobrar, se inscribe el nombre del destinatario del cheque robado. Las bandas, según la policía, consiguen estos documentos de identidad por unas 5.000 pesetas en el mercado negro -ubicado en Tirso de Molina, Mesón de Paredes y Atocha-.

Tras el robo y la falsificación, llega el tercer y último paso: el cobro. Algunas bandas captan a inocentes -especialmente taxistas- para que "por favor" cobren el cheque. Se evitan así dar la cara. La norma, sin embargo, consiste en que sea un gallo el que franquee las puertas blindadas. "Suelen ser estafadores con muchos antecedentes. Cuando se les pilla aseguran haber sido engañados. Y casi nunca delatan, con lo que es muy dificil detener al resto de la banda comenta un experto policial. Éste fue el caso de Raúl D. N., de 22 años, detenido a principios de año en una sucursal de Móstoles. El hombre, con 15 antecedentes, siempre actuaba armado con un portafolios de ejecutivo. La policía difundió la información. No resultó dificil reconocerle.

Cheque en cuenta. Es el último grito. Se trata de una variante del anterior. Con los mismos materiales, brinda a los estafadores más seguridad en el momento del cobro y permite, con menos cheques robados, conseguir mucho más dinero. La trama se inicia con la apertura de una cuenta con un DNI falso. Las bandas escogen habitualmente una caja de ahorros. Posteriormente, ingresan en otra sucursal un cheque falsificado a beneficio del titular de la citada cuenta.

La cifra nunca supera los dos millones, ya que, según la policía, ante importes superiores los bancos envían el documento a la cuenta de origen para su validación. Para saber si el dinero ha sido ingresado, a los estafadores les basta con consultar el saldo desde cualquier cajero. En caso afirmativo, lo retirarán de la cuenta que abrieron con nombre falso.

Solicitud de talonario. Esta modalidad, de las más antiguas, implica un grado de especialización mayor y, a diferencia de los dos anteriores, requiere falsificar firmas. La estafa se sustenta en la obtención de información de una empresa solvente -averiguar el número de cuenta, el titular y las firmas autorizadas-. Para ello, los estafadores se sirven tanto del teléfono como del robo de correspondencia, especialmente en los buzones de la firma. Una vez al tanto de estos detalles, falsifican una carta comercial de la empresa y solicitan con ella al banco varios talonarios.

La recogida de los mismos se realiza por medio de otra carta de la empresa, también falsificada, en la que se especifica que se entreguen los talonarios al portador o bien a un nombre falso del que la banda posee DNI.

Salvada la recogida de los talonarios -efectuada por un gallo-, los delincuentes empiezan a expedir el máximo número de cheques -la policía ha contabilizado hasta 10- en el mínimo de días. Las cantidades, para que la empresa no las advierta, no superan el medio millón.

La policía madrileña considera que esta estafa se ve limitada por la necesidad de encontrar pendolistas o plumas capaces de falsificar las firmas autorizadas. El sistema de imitación de rúbricas que más prolifera e realiza a partir e transparencias. Permite un elevado número de copias. Pero tiene chivato. Dada su exactitud mecánica, las reproducciones apenas se diferencian. "Tal similitud es, en la práctica, imposible. Eso permite que se les descubra", indica la policía.

Orden de transferencia. Sistema complejo, basado como el anterior en la consecución de información de una empresa solvente y en la falsificación de sus firmas autorizadas. Los estafadores abren con el método del DNI falso una cuenta -usualmente se hacen pasar por una firma del ramo-. Después envían al banco una orden falsificada de la empresa a estafar para que transfiera dinero a dicha cuenta. Esta solicitud se encubre con otras peticiones de transferencia, habitualmente a organismos públicos -"para dar credibilidad", según la policía- Para retirar el dinero siguen el mismo procedimiento que con el cheque a cuenta.

Una versión compleja de esta modalidad fue destapada en agosto pasado en el Central Hispano de la calle de Serrano, 47. De gallo actuó Antonio Camaño Sanz, alias El Madriles, de 45 años y 73 antecedentes. Al ser arrestado interpretaba una obra que le venía grande. Su argumento: el magnate de los seguros Publio Cordón retiraba del banco 100 millones para pagar el traspaso al Real Zaragoza de Martín Vázquez, del Real Madrid. Todo un alarde.

Solicitud de cheque bancario. Es el gran golpe. Muy pocos estafadores lo llevan a cabo. Requiere de una enorme destreza para conseguir la confianza del banco. Estas estafas rondan los 10 millones. El sistema, según la reconstrucción policial, parte de la posesión de información suficiente sobre una empresa. Una vez conseguida, el estafador entra en contacto con su banco. Buscan un interlocutor, ante el que un miembro de la banda se da a conocer telefónicamente como directivo de la firma. Gana su confianza al mostrar conocimiento de las transacciones. A los pocos días, con familiaridad le plantea que la empresa ha de satisfacer un pago urgentísimo e ineludible, por lo que esa misma mañana -siempre a última hora- va a enviar a una persona autorizada al banco a por el dinero.

El emisario, con una orden de pago falsificada, solicita el cheque bancario, un documento muy dificil de obtener que se libra contra la cuenta de la propia entidad. Aquí surge uno de los puntos débiles de la trama. El enviado, al cumplimentar la solicitud de cheque, ha de falsificar la firma. Si el banco lo descubre, la estafa caerá de lleno. De lo contrario, la entidad tendrá que reza¡ para que la sucursal donde se cobre el cheque descubra el DNI falso del beneficiario.

El último grande

Al mediodía de la primavera pasada, un hombre de gesto amplio que frisaba los 60 años se despedía de la vida en una celda del módulo de preventivos de Carabanchel. Para el adiós escogió lo que entre rejas encontró más a mano: un chute.El cadáver que quedó tirado sobre el catre respondió en vida al nombre de Álvaro. Un aristócrata derrochador, al que la policía consideraba el mayor estafador de bancos que jamás pisó Madrid. Hasta entonces nunca había sido detenido. Y eso que su carrera se deslizaba al borde del vértigo. Fincas, caballos, mujeres. Los agentes calculan que sus beneficios rondaban los 300 millones al año. Su éxito se basaba en sus excepcionales dotes de persuasión. Sólo con hablar por teléfono conseguía ganarse la confianza de los más escrupulosos empleados de banca. Caían uno tras otro. Y siempre con la misma estafa: el cheque bancario. La más compleja de todas las modalidades. Aquella reservada a unos pocos expertos. Aquella en la que don Álvaro se erigió en rey. Llegó a perpetrarla hasta tres veces seguidas en una misma sucursal. Su actividad, frenética, fue perseguida durante años por el grupo de estafas. Sin éxito. El hombre no dejaba huellas, tampoco daba la cara. Le bastaba con descolgar el teléfono. Se entabló un singular combate. "Estafar se convirtió para él en un juego, una especie de duelo contra nosotros. No lo hacía por necesidad", rememora un investigador. Finalmente cometió un error. La policía tiró de la madeja. Emergieron 53 estafas en menos de dos años. El sumarlo superó los 2.000 folios. A finales de marzo fue detenido. Por primera vez se vio entre rejas. A los 15 días, abrumado, se suicidó. Una sobredosis. Antes de morir dejó una carta en la que legaba sus pertenencias a su compañera. Para la policía fue el último grande. Nunca pegó un tiro.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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