La Gaite
A esta hora de ambulatorios y autobuses, de niebla y miedo, una mujer inaugura un cuaderno inquietante en un piso alto de Doctor Esquerdo. A dos pasos de Manuel Becerra; una de las plazas más caóticas de Madrid, y enfrente casi del Palacio de los Deportes, hay un piso con cocina antigua en el que trabaja Carmen Martín Gaite. La Gaite no es budista, al contrario, está llena de pasiones: abandona el tabaco con la misma violencia que con la que vuelve a él, y, si no está de humor, no tiene inconveniente en hacerlo notar. Sin embargo, le saca punta a los lápices y redondea los adjetivos con la paciencia de un maestro zen. Nunca ha tenido prisa por acabar un libro. Pero los acaba, los va acabando en ese piso alto de Doctor Esquerdo, cuyo pasillo está lleno de fantasmas con los que Carmen Martín Gaite ha llegado a alguna clase de acuerdo para no coincidir a, la misma hora en el cuarto de baño. De todos modos, cuando estas presencias espectrales rompen la disciplina, ella se cala una boina de la resistencia francesa y se va unos días al Palace como si fuera una extranjera. Cuando regresa, los espectros le dan un homenaje, porque no pueden vivir sin la música de su máquina de escribir. Por ellos, esta princesa se ha quedado prisionera en ese piso alto de Doctor Esquerdo cuya terraza es, en realidad, una almena. A esta hora de ambulatorios y autobuses, de niebla y miedo, Carmen inaugura un cuaderno inquietante en ese piso de Doctor Esquerdo en el que se ha ido haciendo mayor con el esmero, pero con la desesperación también, con que ha escri to sus mejores libros. Casi todos son el resultado de un pacto con lo oscuro, con el cuarto de atrás, aunque ella ha tenido el coraje literario de vivir en el de delante, lo que le agradecemos públicamente desde aquí. Enhorabuena y gracias, Carmen.
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