El Zaragoza vuelve a mandar

La Liga española es la que mejor fútbol ofrece en Europa, salvo que entre en liza el Albacete que ayer apareció por La Romareda. Benito Floro, que ha alcanzado sus mejores éxitos y principales polémicas con la táctica de la pizarra, parece en fase de reconversión. Sucede, sin embargo, que en lugar de emular a los técnicos que han dado alegría ofensiva al fútbol español, da la impresión de haber buceado en las hemerotecas y resucitado la táctica del autobús que popularizara en décadas pasadas José María Maguregui.El Albacete venía de encajar sendas goleadas ante el Español y Compostela, así que el problema a resolver era la zaga. Para evitar dudas, Floro debió pensar que lo mejor era alinear a toda la infantería y por lo visto sobre el césped las órdenes fueron claras: prohibido pasar del medio campo. Balaguer, que recuperaba la titularidad bajo los palos, se vio escoltado por nueve compañeros, que apenas pisaron la mitad de terreno más próximo a la zona gobernada por Cedrún. Sólo Antonio, como si de un gladiador se tratara, se partía el pecho ante la defensa aragonesa, buscando balones sueltos.

El Zaragoza, un equipo otros días creativo e imprevisible por sus abundantes recursos ofensivos, cayó en la trampa. No acertó a romper la muralla defensiva del cuadro manchego, pareció asustado por la posibilidad de disfrutar nuevamente del liderato y practicó un fútbol vulgar. Los balones colgados al área fueron su única arma y allí estaba Balaguer, cuyos puños valieron su peso en oro.

El gol sólo podía llegar en un rechace y como casi siempre fue Poyet quien lo aprovechó. Una espectacular volea adelantó al Zaragoza y transformó el partido. El problema es que había transcurrido casi media hora del segundo periodo y el aburrimiento ya se había apoderado del público. El cuarto de hora final valió, aún así por todo el encuentro. Los jugadores del Albacete abrieron líneas y demostraron que atesoran más calidad en sus botas de la que les permite expresar su técnico. Tanta que Cedrún salvó el liderato para el Zaragoza con dos intervenciones prodigiosas, una a dos minutos del final y otra cuando casi se cumplían los cinco minutos de suplemento.

El árbitro actuó como animador, provocando el enfado del público con sus decisiones.