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LOS 20 AÑOS DE C.D.C.

El socio que aspira a la herencia

Unió Democrática, el aliado de Convergència, se ha consolidado a la sombra de Pujol.

Enric Company

Convergència ha hecho la casi totalidad de su recorrido histórico en alianza con otro partido, Unió Democrática de Catalunya (UDC), que constituye una rara avis en el panorama político español. Unió es un partido profundamente catalanista de ideología democristiana, fundado en noviembre de 1931 con la finalidad de defender los criterios de los católicos, que creía amenazados por la Segunda República, y la doctrina social de la Iglesia. Pese a su carácter católico, Unió no se sumó en 1936 al conglomerado franquista y permaneció leal a la legitimidad republicana hasta el final. Durante la dictadura estuvo en la clandestinidad.Esta fidelidad le otorgó un pedigrí democrático sin igual entre las fuerzas de la derecha en toda España, compartido sólo por el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Sus dirigentes defienden ahora este capital histórico, moral y político con uñas y dientes, pues el Partido Popular (PP), formado a partir de la derecha franquista evolucionada, ha sido admitido en la Internacional Democristiana y pretende satelizarlo.

Antes que el PP, sin embargo, otras fuerzas han procurado hacerlo. La absorción de Unió Democrática ha sido uno de los objetivos permanentes de Miquel Roca como secretario general de Convergència. Y ha constituido una de las fuentes de conflicto recurrente durante los 16 años de vida de la coalición CIU. Adolfo Suárez lo intentó también en 1978 a beneficio de Unión del Centro Democrático (UCD), y a punto estuvo de lograrlo, pues provocó una escisión que dejó exangüe, pero no muerto, al partido catalán.

Unió es un partido que bebe de unas fuentes ideológicas muy singulares. Es católico, aunque no confesional, y nació como una fuerza relativamente muy progresista respecto a. los demás partidos de la derecha de aquel momento. Era el catolicismo que intentaba aplicar la doctrina social católica de León XIII. Su sentido social llevó a su único diputado en el Parlamento catalán de 1933 a votar a favor de la ley de contratos agrarios que la derecha, representada por la Lliga Regionalista de Francesc Carabó, rechazaba con gran escáncialo.

La lealtad de Unió a la República le costó la vida a su principal dirigente, Manuel Carrasco 1 Formiguera, a quien los franquistas fusilaron en Burgos en 1938. Carrasco había sido uno de los firmantes, en 1930, del Pacto de San Sebastián, que selló el acuerdo de los partidos republicanos para acabar con la Monarquía.

Durante la guerra civil y la dictadura, Unió permaneció ligada al sector minoritario de la Iglesia que rechazaba dar el carácter de cruzada a la sublevación encabezada por Franco. El grueso del episcopado español, encabezado por el primado de Toledo, cardenal Gomá, también catalán, dio oficialmente su bendición al bando franquista y al régimen que instauró. En cambio, este sector minoritario, cuya principal figura catalana era el cardenal Vidal i Barraquer, muerto en el exilio en 1943, en Suiza, mantuvo viva una línea catalanista y democrática que se expresó, en la etapa final de la dictadura, en la defensa de los derechos humanos y el derecho de Cataluña al autogobierno.

Bloque ideológico

La escisión de 1978 dejó moribunda a Unió. Pero, poco a poco, se ha rehecho. Pegada a Convergència y al mismo tiempo rechazando enérgicamente la absorción. Son dos partidos muy parecidos, pues gran parte de su crecimiento se ha producido gracias al atractivo que ofrece la creación de la Administración de la Generalitat. Les une el catalanismo. Sin embargo, tienen una diferencia radical: Convergència alberga gentes de, variada adscripción ideológica, con predominio liberal. Unió es un solo bloque ideológico.

Convergència cuenta ahora con 25.000 afiliados; Unió, con 13.000. Unió tiene, además, otra cosa que provoca un gran nerviosismo en sus aliados: un líder ambicioso y -gran detalle- mucho más joven que Jordi Pujol y Miquel Roca. A sus 42 años, Josep Antoni Duran Lleida puede permitirse el lujo de aspirar a que el futuro pospujolismo, o el grueso del pospujolismo, se llame Unió Democràtica.

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