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Duelo de carpas

Más de 9.000 personas acudieron ayer a alguno de los dos circos instalados en Madrid

Elsa Fernández-Santos

ELSA FERNÁNDEZ-SANTOSEn el circo, a diferencia del teatro o el cine, se chilla, se come, se habla y, por supuesto, se ríe. Y todo a la vez. Ayer, día de la Almudena, más de 9.000 personas acudieron a alguna de las dos carpas instaladas en la ciudad: la del Circo Mundial, junto a la plaza de Las Ventas, y la del Circo Europa, en el aparcamiento del estadio Vicente Calderón. Tobi y Jenny, los caniches que emulan a Pancho Villa y Jesulín de Ubrique; Romario, el malabarista brasileño que juega con 10 pelotas a la vez, o Yumbo, el elefante "más grande del mundo", demuestran en el Circo Mundial que el "más dificil todavía" siempre es posible. Eros Faggioni, un domador de elefantes de 14 años, lo hace en el Europa.El Europa es un circo italiano que presume de sus tres pistas, de su variedad de animales -avestruces, ponis, dromedarios, camellos, llamas, cebras, hipopótamos y jirafas- y del abanico de nacionalidades -portugueses, polacos, húngaros, italianos, españoles y rumanos- de sus 100 trabajadores. A pesar de sus atractivos, el Europa, con una capacidad para 4.000 personas, tiene menos público que el Mundial, con una capacidad para 2.500.

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"Los circos pequeños son más acogedores"

Siniestra atracción

Quizá sea el emplazamiento -el de Las Ventas luce mejor- o la siniestra atracción que se ve nada más entrar al Circo Europa (en un carromato viejo y oxidado se exhiben por 200 pesetas todo tipo de reptiles que parecen más muertos que vivos), pero el caso es que el Circo Mundial resulta, a primera vista, más acogedor. "Nosotros lo tenemos clarísimo", señala Sandra, de 23 años, que ayer por la mañana fue al circo de Las Ventas con su padre, de 53. "El sábado fuimos al Europa y comparado con éste no hay color. Estas atracciones son muchísimo mejores". "A lo mejor parece raro que vayamos al circo", continuó esta joven enfermera que vive en Las Águilas (Campamento), "pero para nosotros esto no es sólo un espectáculo para niños. Nos divierte y además admiramos mucho a la gente que deja aquí su vida".

Junto al padre y la hija, una madre de 30 años cogía en brazos a su hijo Gonzalo, de cuatro, un niño que se quedó pasmado nada más entrar en la carpa azul y roja del circo y que no pestañeó hasta el final, cuando Aladino surca el circo en su alfombra mágica. "El año pasado ya vinimos. Mis padres me traían siempre, es una tradición que me gusta mantener", dice la madre.

La gran jaula

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Los tigres de Marcel Peter, una atracción que el Circo Mundial ha adquirido del Circo Ringling Bros, de EE UU, es el primer número del espectáculo. Una gran jaula rodea la pista de serrín durante ese número, que está presidido por un gran tigre blanco. Ni los elefantes, ni los caballos, ni los perritos -un número del portugués Paulo Ambrossi- necesitan la gigantesca reja, que se desmonta en menos de cinco minutos y que hace un ruido amenazante cada vez que una de las fieras la roza. "Cada año cambiamos el repertorio, lo consideramos imprescindible para que el circo no pierda calidad", señala Daniel Querol, relaciones públicas del Mundial. Mientras, el Europa -regentado por cuatro familias- mantiene año tras año los mismos números.

En el Mundial este año son indiscutibles estrellas el Dúo Oprescu, un hombre y una mujer búlgaros -ella, con un reluciente diente de oro- que hacen increíbles equilibrios en el cuadrante aéreo; y los Hermanos Segura, dos equilibristas con un pulso inimaginable. Pero mientras el esfuerzo humano produce más admiración en los mayores, a los niños les sigue sorprendiendo más el tamaño desproporcionado de Yumbo, el elefante de 10 toneladas, o las monerías de un perrito. "Todo es importante, el ritmo, los trajes, las luces", señala un adulto.

En la fila tres, Jazmín, de 12 años que tardó las dos horas y media del espectáculo en llegar al palo de la piruleta gigante que se compró al entrar, había arrastrado al circo a su tío Anin, su hermano Belarmino y sus primos Manuel y Nadira. "Los elefantes son lo mejor", dijo la niña, de origen guatemalteco, mientras su tío, un profesor de inglés de origen indio, prefería a los trapecistas, Los Seis Tonitos.

Abuelos comiendo pipas, niños atiborrándose de caramelos y una madre metiendo sigilosamente la mano en el paquete de patatas de sus hijos también forman parte del espectáculo de un circo. El olor a animal se mezcla con el de los caramelos. La calefacción, junto a los efectos especiales de la alfombra de Aladino la música de películas famosas, son adelantos modernos que renuevan los clientes de este viejo espectáculo.

Véase Cartelera.

Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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