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Reportaje:

Parador para hincar los codos

Los estudiantes de los confines de la región estudian internos en una residencia de la Comunidad

"Hay que terminar con la costumbre de venir aquí sólo para no tener que trabajar con las vacas. Ahora saben que tienen que estudiar", sentencia Luis Torrego, subdirector de la residencia de estudiantes San Fernando al hablar de sus pupilos. Son 70 chicas y 60 chicos procedentes de los pueblos más alejados de la región, que viven y estudian en la Ciudad Escolar de la Comunidad de Madrid, junto a la carretera de Colmenar, para evitar así largos desplazamientos diarios a un siempre lejano instituto.Se mudan entre semana de sus pequeños pueblos, en los que todavía se vive de la agricultura y la ganadería, para poder estudiar en Madrid lo que más les gusta. Por ejemplo, Marta Nombela (de 19 años) perdería cinco horas al día en ir y venir desde Cadalso de los Vidrios (en la punta suroeste) a Madrid para estudiar Salud Ambiental. Otros vienen de Horcajo de la Sierra, Becerril, Bustarviejo, Rascafría, Villarejo de Salvanés o San Martín de la Vega, tienen entre 14 y 22 años y quieren estudiar algo con futuro.

Chicos y chicas viven en residencias separadas. "Queremos organizar actividades comunes para que se conozcan", explica Angélica Almeda, directora del centro, que depende de la Consejería de Educación. Sin embargo, algunos echan de menos antiguas libertades. "Antes se salía más con las chicas, pero ahora hay que pedir un pase cada vez que bajas al otro edificio para que sepan dónde andamos", explica Julián Hijano (de 17 años), que cursa primero de bachillerato.

A los alumnos que estudian dentro del propio complejo de la Ciudad Escolar se les permite salir de paseo una vez en medio de la semana. Pero no a todos: "Hay muchos padres, sobre todo de los más jóvenes, que se niegan a este permiso semanal porque les da miedo", indica Almeda. Sin embargo, los controles no son tan rígidos para los veteranos. "Las normas son para las más pequeñas, nosotras tenemos más libertad, y si tienes que ir a Madrid tres tardes seguidas, no pasa nada", apostilla Almudena Cervantes (de 21 años), que estudia para técnico de actividades físicas y animación deportiva.

Para muchos de ellos, son los primeros paseos por la capital. En breve comenzará la semana cultural: cine, teatro, deporte y conciertos. Las chicas han elaborado su propia programación: irán a ver el concierto de Antonio Vega, películas como Cuando un hombre ama a una mujer, Forrest Gump, el Museo de Cera u obras de teatro corno El avaro y Cristal de Bohemia.

La mayoría de estos chavales recibe una beca de la Comunidad de Madrid para pagar su estancia, manutención y estudios en la Ciudad Escolar. Los que disponen de recursos suficientes pagan 20.000 pesetas al mes por las tres comidas diarias y una habitación compartida -doble o triple- con derecho a cama, una mesa de estudio y un armario.

Las prácticas en empresas son lo único que no realizan allí. David Blanco (de 20 años) las hace en el parque de atracciones. "Lo mismo reparo un asiento que el alumbrado, pero no cobro un duro, y además, en el parque no tienden a coger a nadie", se duele. Sabe que lo tiene difícil para conseguir un trabajo y casi imposible para encontrarlo cerca de su casa, en Navacerrada.

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