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El Atlético quiere repescar a Futre

Los feroces ataques de Jesús Gil han terminado por separar a los jugadores del Atlético de su entrenador, y viceversa. Cada parte señala a la otra a la hora de buscar culpables de la situación del equipo. El técnico Francisco Maturana se queja de la debilidad mental de sus futbolistas e incluso de su torpeza táctica. Y éstos ponen en duda las ideas de su entrenador. Le obedecen, pero no acaban de creer en él. Sólo Miguel Ángel Gil Marín, que en su esfuerzo por pacificar los ánimos propone un curioso remedio: "La primera solución que nos planteamos es recuperar a Futre".

La sombra de Futre ha planeado sobre el Atlético desde su marcha al Benfica y posteriormente al Olímpico de Marsella y el Reggiana. Los contactos entre el jugador portugués y el presidente han sido frecuentes, incluso el pasado año, cuando Futre permaneció inactivo durante varios meses por causa de una grave lesión. Gil siempre ha sentido debilidad por el futbolista que encabezó su primer proyecto. Ni la tormentosa salida de Futre pudo acabar con una relación de amistad que ha sido reconocida por ambas partes. En medio de la crisis actual, Gil ha vuelto a renovar su entusiasmo por el portugués. Miguel Ángel Gil vino a reconocerlo ayer después de su reunión con Maturana: "Queremos recuperar a Futre". La posibilidad es cada vez más factible. Descontento en el Reggiana, un club sin otras pretensiones que salvarse del descenso a Segunda división en la Liga italiana, le ha reiterado a Gil su deseo de volver al Atlético. El presidente está con la misma idea. Y la reglamentación permite el fichaje de jugadores hasta el día 15 de diciembre. Maturana ha sido informado de las intenciones de los dirigentes del club y ha dado su aprobación al fichaje.

Futre contestó ayer de manera ambivalente. Por un lado mostró su deseo de volver al Atlético, pero por otro se refirió de manera inconcreta a la fecha de su vuelta: "No estoy dispuesto a hacer nada que enturbie mis relaciones con el Reggiana. Podría ir al Atlético ahora o dentro de un año. Mientras tanto, un portavoz del equipo italiano manifestó que su club no había recibido ninguna oferta del Atlético por Futre.

En un clima extraordinaria mente enrarecido, Jesús Gil ha puesto el puño encima de la mesa. No le cuadran las cuentas. Mil millones en fichajes no han producido rendimiento en el campo. Y quiere la cabeza del cupable. Primero, lanzó ataques al aire y luego, concretó su ira en cinco futbolistas (Kosecki, Rocha, Manolo, Tomás y Abel), a los que amenazó con el despido.

Al principio, más de uno se planteó acabar para siempre con su aventura en el Atlético. Luego, los cinco afectados anunciaron su predisposición a negociar su baja (sin renunciar al dinero del contrato). Y, al final, todos aseguran querer seguir. Sólo Kosecki (cansado de que el presidente le señale siempre que las cosas vienen mal dadas) aparenta querer irse.

Las amenazas de despido, pues, son más bien humo. Y eso cree también Miguel Ángel Gil, el director general del club: "Tienen contrato y lo lógico, es que lo cumplan. Mi misión no es despedir jugadores, sino facilitar la salida del club a aquellos que no estén a gusto aquí. Pero no es la situación de ninguno de los que se habla. Sé lo que piensan y su idea es no crear ni tener problemas".

Lo que Jesús Gil probablemente no sospechaba es que con sus críticas iba a terminar de provocar una escisión entre el técnico y la plantilla. Ambas partes se han señalado a la hora de buscar responsabilidades. Gil aseguró tras la derrota de Vigo que "la plantilla se ríe de Maturana, le toma el pelo".

Así, entre sus argumentos de defensa, el técnico ha implicado a los jugadores. Se ha quejado del comportamiento de unos pocos ("algunos no están comprometidos con la causa", dijo), sin dar nombres. Y también de su falta de carácter y de su poca habilidad para entender sus consignas tácticas. "No me entienden", se lamenta.

Y los futbolistas, que aseguran obedecer las instrucciones de su entrenador, reconocen no coincidir con buena parte de sus postulados. Por ejemplo: abandonar el contragolpe (la cultura del Atlético de toda la vida) para querer jugar siempre al ataque o proponer un juego al toque que choca con las características innatas de las piezas del equipo.

Ambas partes, eso sí, coinciden en calificar de perjudiciales las reacciones violentas del presidente, sus duras críticas cada vez que se tuercen las cosas. Y también, en reconocer que algo le sucede al equipo. Algo muy grave que no aciertan a definir ("el carácter del presidente...", se atreve a sugerir alguno), pero que le bloquea en determinadas situaciones.

El director del club minimizó la importancia de la presión que puede ejercer su padre sobre los jugadores. "Los futbolistas", dijo, "ya son mayores. Nadie tiene miedo al ogro. El ogro no se come a nadie".

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