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Siete civiles muertos en un ataque israelí a Líbano al día siguiente del atentado suicida de Hamás en Tel Aviv

Israel lanzó ayer un ataque de artillería contra la guerrilla musulmana en el sur de Líbano y causó la muerte de siete civiles al día siguiente del atentado suicida de la organización integrista palestina Hamás en Tel Aviv, con el resultado del 21 muertos. El bombardeo de los tanques israelíes se centró en la localidad de Nabatiye al Fauda y fue perpetrado con proyectiles prohibidos por las convenciones internacionales de guerra, según fuentes militares independientes. Mientras se desarrollaba el ataque, el Gobierno israelí adoptaba medidas destinadas a liquidar a Hamás.

El bombardeo israelí tomó por sorpresa a la población civil de Nabatiye al Fauda, matando a siete e hiriendo a otros muchos habitantes, según la agencia nacional de Líbano. En el sur de este país se concentra la guerrilla del movimiento musulmán proiraní Hezbolá, aliada de los radicales islámicos de Hamás. Los tanques israelíes lanzaron proyectiles de fragmentación con centenares de mortíferos dardos de acero, cosa que nunca había hecho sobre objetivos civiles.El ministro de Exteriores libanés, Faris Buez, aseguró que el ataque israelí constituía una represalia por el sangriento atentado del jueves en Tel Aviv y advirtió, que provocaría una "violenta reacción". Sus palabras fueron proféticas, poco después de la caída de la tarde, los milicianos de Hezbolá lanzaron varias andanadas de cohetes katyusha sobre la región occidental de Galilea, en el norte de Israel. Fuentes oficiosas aseguraron. anoche que el ataque no provocó víctimas ni daños materiales.

Mientras, el Gobierno israelí ultimaba una estrategia amplia y secreta para vengar a las víctimas de la carnicería de la calle Dizengoff. El dedo acusador de Israel permanece inmóvil apuntando al movimiento local del extremismo palestino (la reivindicación del atentado y el vídeo de ayer no hicieron sino corroborar las sospechas), pero anoche nadie descartaba la posibilidad de una acción contra los patrones, entrenadores y simpatizantes extranjeros, como la desarrollada en el sur de Líbano. En la calle Dizengoff, donde el terrorista suicida hizo volar un autobús, mucha gente acudió ayer en silencio a depositar flores mientras religiosos judíos con guantes de goma exploraban las ramas de árboles y los techos de casas en busca de restos humanos arrojados por la explosión de más de 1,5 kilos de dinamita a fin de darles sepultura.

En el duelo en el cual ha sido brutalmente sumido Israel todo el mundo habla en susurros. "lsrael va a golpear a los iraníes y a sus amigos", me dijo un amigo aficionado a pronosticar -a veces con éxito- los pasos del Gobierno israelí. "¿En Irán? ¿En Líbano? Eso nadie lo sabe, pero si el Gobierno está decidido a liquidar a los musulmanes fanáticos va a tener que actuar en esos dos planos". No parece, sin embargo, que la consecuencia del atentado vaya a ser la suspensión del diálogo con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), de Yasir Arafat, que se apresuró a condenar la matanza.Cierre de Gaza y Cisjordania

La radio israelí confirmó las versiones de que el Gabinete de Isaac Rabin, en una nueva sesión de emergencia, había explorado opciones que permanecen en el máximo secreto. Los israelíes y los palestinos sólo se han enterado de medidas concretas con las que Rabin, bajo fuerte presión de sus compatriotas, trata de convencer a Israel de que se va a hacer todo lo posible para asestar un golpe mortal a Hamás.

Una de las medidas anunciadas por el Gobierno no sorprendió a nadie. Se trata de un recurso conocido y, a juzgar por las limitaciones que ha demostrado, no inspira mucha confianza. Es el cierre de Gaza y Cisjordania hasta nuevo aviso. Miles de palestinos se han quedado ayer sin trabajo en Israel y las declaraciones de Rabin en el sentido de que el Gobierno piensa "separar" a los palestinos de los israelíes ha adquirido, más que un timbre inquietante, la familiar imagen del castigo colectivo que, en definitiva, afecta a los bolsillos de los pobres y desposeídos de la Palestina histórica.

Comprensiblemente alarmado por la inevitabilidad de sanciones que afectarán no sólo a los militantes de Hamás sino a todos los palestinos, incluyendo a los teóricamente amigables habitantes de los territorios autónomos de Gaza y Jericó, Arafat se quedó ayer sin palabras.

Lo poco que dijo a sus compatriotas a través de sus lugartenientes en Gaza no debió tranquilizar a los israelíes. Arafat hizo que uno de sus subalternos, Zufin Abu Zeidán, transmitiera un mensaje de tranquilidad a los militantes islámicos: "La Autoridad Palestina quiere la paz con Israel, pero la paz entre los palestinos es en estos momentos más importante. Rechazamos el argumento de que la OLP tiene que escoger entre Hamás o Israel".

Pero el portavoz de la Autoridad Nacional Palestina, Maruan Kanafani, condenó el cierre de fronteras decreta por Israel y lo calificó como "una declaración de guerra económica y social contra el pueblo palestino".

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