_
_
_
_
ELECCIONES VASCAS

El hombre de más

A Garaikoetxea le resulta intolerable que el PNV se crea portador del único nacionalismo posible en Euskadi

No quería presentarse a lehendakari, porque esta vez hasta él, que ha tenido siempre una suerte de confianza ciega en su predestinación histórica, sabe que no va a salir, y que, aun en el caso de que su partido, Eusko Alkartasuna, pudiera ser objeto de algún tipo de pacto para formar Gobierno a partir del próximo día 24, su nombre nunca sería mencionado.Para el PNV, Carlos Garaikoetxea es el nombre de Caín. Y a él le resulta intolerable que el partido del que una vez formó parte se crea portador del único nacionalismo posible en Euskadi. Garaikoetxea sostiene que hay espacio para el suyo, para un nacionalismo socialdemócrata. Pero sus críticos, que tiene muchos incluso fuera del PNV, sostienen que su gran error fue buscar un espacio político inexistente, en vez de ocupar su lugar en el partido original. Ahora lidera una fuerza que, a pesar suyo, es la quinta en el país. Y, tras estas elecciones, puede ser la sexta.

Más información
"Hay que exigir a HB que se mueva para avanzar hacia la paz"

A sus 57 años, quien fue. el primer ocupante del sillón de Ajuria Enea -desde 1980 hasta su dimisión forzada, en 1985- recorre este último tramo electoral con dignidad y cansancio, y una irremediable amargura que disimula cuando dice: "Sólo pienso en la jornada de reflexión, que es en lo que en realidad todos pensamos, en descansar, no hacer nada".

Pero si se le pregunta si no sería más fácil hacer política en otra parte, en otro país, se encoge de hombros con resignación: "El país es como la madre, que aunque esté vieja e inútil, se la sigue queriendo igual". Fuerte y joven aún, y fisicamente duro -se ha pegado más de una vez con los violentos que, en plena campaña, le han agredido-, resulta dificil no pensar, viéndole, que sigue creyéndose lehendakari por debajo de la americana de pata de gallo.

Se ha dado a sí mismo un papel estelar desde el principio y ha funcionado siempre más de acuerdo con ese papel que con la realidad. Su nacionalismo, menos pragmático que el de Arzalluz, sublima una Euskadi ideal, integral, pero le falla por los pies: su propia tierra, Navarra, en donde no se le apoya.

Dicen que tiene perfil de medalla, que habla para el mármol, y algunos le llaman "la reina madre". Pero también dicen que tiene principios, y que sus dos sueños, integrar a Navarra y conseguir la paz, son sinceros aunque no haya podido realizarlos. También tiene a su favor el ser un animal político auténtico.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Para muchos, en baloncesto sería un habilísimo alero izquierda, capaz de marear al equipo contrario hasta la extenuación: sólo que no remata. Cuando la bronca con el PNV, en el 85, fueron los vitorinos quienes forzaron la escisión. Él se quedó quieto.

Más tarde, cuando iba a gobernar con Euskadiko Ezkerra y PSOE, desaprovechó su oportunidad de asestarle un golpe mortal al partido de Arzalluz: se cayó en el último momento, empeñado en que el Gobierno de Madrid le cediera por escrito las cajas de la Seguridad Social de los trabajadores. "Es como si, en el instante supremo, le diera miedo pasar por blando".

La consecuencia fue que el PNV supo rehacerse y él, atrincherado tras las señas del independentismo radical, aunque pacífico, ha ido volviéndose marginal. Hoy, sus antiguos correligionarios son mayoría, y José Antonio Ardanza tiene para rato como lehendakari de carne y hueso, en ese palacio al que hasta hace 10 días no quiso acudir solo para entrevistarse con el hombre que manda.

Autosuficiencia

Gran actor al que nunca se le pillará con mala cara para una foto, encantador con los medios, fino como un pelotari de pala, desconfiado -hombre de pocos amigos y de muchos sirvientes, dicen-, puede que aún esté pagando el pecado de haber aspirado a encajar la doble corona en el PNV, a controlar el partido y el Gobierno a la vez. Se sintió tan autosuficiente que, en aquella crisis del 85, pensó que la autoridad iba unida a su persona. Pero él sólo tenía el prestigio: el aparato se encontraba en manos de Arzalluz.Ahora dice cosas como que "la consecuencia no es la virtud que más abunda en esta vida", y no vacila en referirse al pasado cuando trata de temas que están candentes, como la reinserción: "Nosotros llevamos bastantes años clamando en el desierto por una política de comunicación y diálogo, y no de aislamiento e incomunicación, y nuestras propuestas nada tenían que ver con ninguna actitud de lenidad y, mucho menos, de comprensión hacia cuantos siguen la estrategia de la violencia. Simplemente, la obligación de cualquier Gobierno es ahorrar sufrimientos, y si para ello hay que mantener el diálogo, se mantiene".

Se queja de la "difícil situación en que han dejado este país los que han gobernado en los últimos ocho años" y propone, para afrontar la crisis económica que atenaza a Euskadi, ahorro y moderación. Pero se le ve poco batallador. "¿Cansado de la política?", se pregunta cuando le pregunto. "No, no tienes derecho, cuando hay personas que confían en ti y que se matan trabajando".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_