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Tribuna:LA DEFENSORA DEL LECTOR
Tribuna
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De cómo ser laico y respetar el sentimiento religioso

Soledad Gallego-Díaz

EL PAÍS es un periódico que defiende el laicismo, es decir, la independencia del Estado de toda influencia eclesiástica o religiosa. Algunos lectores preferirían un periódico confesional (perteneciente a una confesión religiosa) y, ante sus quejas, la Defensora del Lector sólo puede recordarles la declaración de principios del diario que exige "rechazar cualquier presión de... grupos económicos, religiosos o ideológicos, que traten de poner la información al servicio de sus intereses". Existe, sin embargo, otro tipo de quejas más complejas que han despertado el interés de este departamento. Algunos lectores creen que EL PAÍS (o algunos de sus redactores) confunden, a veces, el laicismo con, una falta de respeto por los sentimientos religiosos."Algunos lectores de EL PAÍS comprendemos, aunque no compartamos, el laicismo. Pero lo que nos resulta doloroso es la impresión de que cualquier información relacionada con los sentimientos religiosos está impregnada por un cierto sentido despectivo",afirma un lector, de 46 años, ingeniero, funcionario del Ministerio de Agricultura, que no desea ver su nombre publicado.

La Defensora del Lector ha pedido su opinión a varios expertos. Juan Arias, especialista en, teología y movimientos religiosos, corresponsal de EL PAÍS en el Vaticano durante muchos años y autor de una biografía del papa Wojtyla, escribe: "Siempre he pensado que la información religiosa que debería dar un diario laico puede fallar por dos motivos. El primer error sería creer que se puede prescindir de dicha información. Eso es incorrecto, porque forma parte, para bien y para mal, de nuestra cultura latina y occidental, y porque, además, supondría renunciar a dar información sobre una institución que es, también, una estructura de poder, como la política o la económica.. Otra cosa es que una publicación laica deba dar esa información en una clave distinta de la confesional".

"El segundo error", añade, "sería pensar que, por el hecho de dirigirse a un público probablemente en su mayoría no confesional, se puede herir los sentimientos de los creyentes, de cualquier religión o fe".

"Se puede tachar de cateto o ignorante", afirma Juan Arias, a quien pretenda mofarse del sentimiento artístico, o filosófico, o amoroso, o, incluso, deportista de un ciudadano. Con la misma razón diría que, quizás, con más todavía, por tratarse de algo que toca directamente los pliegues más profundos de la personalidad- se debe considerar índice de incultura el desprecio o ridiculización del sentimiento religioso de una persona, como entiende muy bien hasta el más incrédulo de los analistas".

Juan Arias cree que es posible que se escapen o hayan escapado algunos detalles despreciativos en informaciones o artículos sobre temas religiosos publicados en este periódico, pero advierte que muchas de dichas informa ciones pasan por sus manos, y que él tiene, precisamente, un es pecial cuidado y respeto por esas creencias. "Pero es cierto que me gustaría que existiera una atención mayor, un cuidado y respeto más exigentes por parte de cada uno de nosotros", asegura.

Eugenio Trías, filósofo y autor del libro La edad del espíritu, aceptó también, amablemente, contestar ala pregunta de la Defensora del Lector: "Yo diría que hay que tener a la vez mucho humor y mucho sentido del respeto a los demás. Pienso que la experiencia religiosa merece siempre respeto como cosa humana que, es. Y recuerdo que en la Edad Media en que la experiencia religiosa estaba en pleno auge, no se escatimaba su tratamiento humorístico".

"Para mí", afirma Trías, "lo que resulta hiriente es un texto pretendidamente jocoso aparecido en el diario en relación con este tema que no me produzca ninguna expresión de humor. Nada hay más irritante que una pretensión humorística que te defrauda".

José Cardona Gregori, se cretario ejecutivo de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, que agrupa a todas las iglesias protestantes, es muy crítico: "Cuando leemos EL PAÍS tenemos conciencia de que es un periódico aconfesional. Pero lo lamentable, a veces, en un periódico de tanto prestigio como ése, es la manera de tratar el fenómeno religioso, y concretamente el español, en un tono despectivo. Y no pocas veces los colaboradores ofenden los sentimientos religiosos a causa de su ignorancia o negligencia".

Cardona estima que "la convivencia social exige el más profundo respeto a la conciencia personal y a los sentimientos religiosos de la sociedad pluralista", y pide mayor sensibilidad por parte de este diario.

Por su parte, Juan Mateo, ex profesor del Instituto Bíblico de Roma y autor de El Evangelio de Mateo, afirma: "Como lector asiduo de EL PAÍS, considero legítimo, e incluso conveniente, que un diario aconfesional como el suyo enjuicie las actuaciones de entidades públicas como las iglesias cristianas u otras confesiones religiosas con la misma libertad que lo hace con las de las estructuras civiles y políticas. Se trata, en uno y otro caso, de estructuras y organizaciones reconocidas por la sociedad y cuya actividad afecta e interesa a los ciudadanos". "Por su índole", prosigue Juan Mateo, "todo lo público puede y debe ser objeto de información y está sometido al juicio de los observadores, que ha de ser expresado sin parcialidad y sin basarse en prejuicios. Pero, al mismo tiempo, el periódico debería tratar estos temas cuidando de no herir las convicciones personales de los fieles de las mencionadas confesiones. Hay que distinguir entre la esfera pública y la personal, y en lo que toca a esta última, todo respeto es poco".

La Defensora del Lector no ha recibido quejas concretas sobre artículos o informaciones determinadas. Estima, sin embargo, que basta con que algunos lectores tengan la impresión de una falta de respeto por sus creencias religiosas para que, este departamento recuerde que es obligación de los periodistas extremar el cuidado y el respeto. Todo ello, compatible con la misma obligación de criticar a las entidades públicas, incluidas las religiosas.

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