Sectas de muerte
LA MISTERIOSA muerte en Suiza -suicidio colectivo, según la hipótesis más verosímil- de al menos 48 miembros de una secta denominada Orden del Templo Solar evoca, por su ritual, sucesos tan dramáticos como la autoinmolación de David Koresh, líder de la secta de los davidianos, junto con 86 de sus seguidores en la llanura tejana próxima al pueblo de Waco (EE UU) en 1993, y la tragedia similar ocurrida con Jim Jones y centenares de sus seguidores en el Templo del Pueblo, en Guyana, en 1978. Estas prácticas de suicidio colectivo comienzan a ser demasiado frecuentes como para no preocuparse por los efectos destructivos que la naturaleza paranoica de estas formas de fanatismo pararreligioso tienen sobre ciertos individuos, en su mayoría jóvenes.Todo hace presumir que la Orden del Templo Solar, de la que parece eran adeptos los fallecidos, es una de esas sectas basadas en un sistema de lavado de cerebro permanente y destrucción de la voluntad del individuo, cuyo líder suele ser un visionario desequilibrado. Con total dominio sobre su grey, pueden llegar al punto de conducirla como corderos al sacrificio colectivo.
Aunque son un fenómeno tan antiguo como el de las religiones, sectas de ese tipo utilizan hoy técnicas de captación en parte muy sofisticadas y capitalizan la confusión de valores y el alejamiento de muchos jóvenes de las religiones tradicionales. Los Estados tienen el deber de velar por que individuos desequilibrados o sin escrúpulos no puedan utilizar la libertad de culto para abusar y llevar incluso a la locura o la muerte a sus ciudadanos. Por eso sorprende que una secta tan peligrosa -y armada- pudiera estar organizada en un país como Suiza sin apenas control. Y nos recuerda que también en España tenemos sectas muy activas que, bajo el manto de asociaciones culturales o grupos de contacto, fomentan el odio, el fanatismo y la autodestrucción.
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