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La carne es triste

Una ex prostituta y un ex 'gigolo' tratan de resolver los preíblemas sexuales de los oyentes de 'La ventana'

Los consultorios sentimentales de la radio han cambiado mucho desde los tiempos de Elena Francis. Quien lo dude no tiene más que escuchar cada lunes, entre las 17.20 y las 18.00, el de Xavier Sardá y el señor Casamajor en La ventana. Con la ayuda de Carmen -ex prostituta- y Joaquín -ex gigoló, dos profesionales del cuerpo a cuerpo con años de experiencia a la espalda Sardá y su amigo el jubilado se pasan casi tres cuartos de hora hablando de asuntos del corazón y de la entrepierna con su s oyentes, quienes, por lo general, no se cortan una peseta a la hora de opinar, explicar experiencias personales o, incluso, sentar cátedra.Cada semana, Sardá y Casamajor presentan el tema a tratar. El pasado lunes le tocó al mundialmente reconocido enemigo de la felicidad conyugal: la rutina. Tras lanzar el concepto central del espacio, los especialistas contratados por la emisora suelen emitir su opinión al respecto. Carmen defendió la necesidad de sorprender constantemente al cónyuge y pronunció algunas frases tan lapidarias como crípticas, como la de "hay que cambiarse de ropa". Joaquín, por el contrario, vino a decir que esto de la rutina no está tan mal y que hay que estar "ojo al parche" con las salidas la tumba abierta" de ella porque pueden producir desgracias sin cuento a las parejas de incautos que se lanzan al intercambio de compañero de cama sin meditarlo a conciencia previamente. Aseguró el hombre que su larga experiencia en el asunto le había llevado a la conclusión de que lo que empieza como un juego puede acabar en lágrimas.

Luego les tocó el turno a los oyentes. Primero habló Carlos. Su mujer le estuvo haciendo creer durante unos meses que se lo hacía con un amigo común. Sufrió como un perro, pero cuando se enteró de que no era cierto se llevó una gran alegría. Parece que la tenía un tanto desatendida y ella decidió darle una lección a ver si espabilaba. He aquí un curioso partidario de la infidelidad teórica.

José, por el contrario, estaba por la práctica del intercambio de pareja. Él y su mujer llevan 20 años dedicados a tan noble actividad y están estupendamente. Lo que le debe de pasar a ese tal Joaquín, aseguró con notable arrogancia, es que es un blando. Joaquín, por supuesto, entró al trapo. Le dijo que a ver si le daba su teléfono y quedaban un día de éstos para que él pudiera beneficiarse a su señora. José dijo que de acuerdo.

Marisa habló poco porque el tiempo se acababa. Vino a decir que una cosa es tener fantasías y otra ser un degenerado. Previamente, para animar un poco, el cotarro, Carmen empezó a hablar de orgías con caballos, cerdos y niños de cinco años, lo que obligó a Sardá a ejercer de persona cabal y decir, más o menos, que vaya y pase con los gorrinos, pero que lo de los niños es una atrocidad. Volverán esta tarde para entretener a todos los que, a diferencia de Verlaine, ni creen que la carne es triste ni han leído todos los libros.

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