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La reconquista del planchado

El lanzamiento de una tela de algodón inarrugable revoluciona el mercado del pantalón

Paralelamente a la explosión del supersostén, la ropa masculina ha encontrado su sensación de temporada. El motivo es el de los pantalones que no se arrugan. No se trata de una nueva fibra sintética. Nada de tergal o poliéster. Los pantalones son de algodón ciento por ciento. El truco reside en un tratamiento químico con un formaldehído al que se añade un apropiado cocido al horno.Una década después de que Adolfo Domínguez y otros proclamaran la belleza de la arruga, reaparece el gusto por la tersura. Toda una filosofía del conocimiento bucea bajo la diversidad de una y otra superficie. Lo arrugado era una creencia expresa; lo liso, un escepticismo moral. La pretensión de naturalidad, sin embargo, se repite en una y otra apariencia. En el caso de la arruga, lo natural se convertía en artilugio; aquí, en herramienta. En las manos de Adolfo Domínguez, la arruga fui un manifiesto humanista, y la forma natural con la que se comportaría el vestido coincidía con la invitación a un trato desformalizado. Pero esto sucedió al principio. La evolución de los años ochenta, con sus pecados y barullos, acabaron haciendo de la arruga el signo neobarroco de la época. La arruga fue funcional en teoría; en la práctica fue una insincera ornamentación.

La moda hoy es el neoclásico. La virtud es la templanza. Ir arrugado fue una manera de declararse involucrado en los caracteres del sexo y del dinero. Ir ahora sin pliegues es observar la severidad del fin. Más aún: mientras lo arrugado aspiraba a la categoría de proclama, lo liso sólo aspira a durar. Este nuevo pantalón simplemente desea sobrevivir y dejar vivir entre las molestias mínimas. De aquí su éxito. Es como el vaquera, pero ya no carga con las pesadas connotaciones del vaquero. Se comporta como él, pero no soporta el gravamen de sus mensajes. Se trata de un producto típico de los noventa. Sin clamor, sin ideología, silencioso, fiel a sí mismo. La marca norteamericana Haggar, que lanzó el producto en 1992, acertó de tal modo que llegó a vender casi un millón de pares mensuales poco tiempo después de ponerlo en el mercado. Pronto se fueron sumando Docker, Lee, J. C. Penney, Hunt Club y otras firmas. Actualmente, más del 40% de los pantalones informales (casuals) norteamericanos se confeccionan con esta tela.

Existen también prendas no arrugables para mujeres, con el. mismo tejido. Docker es la pri mera firma que ha creado una línea de pantalones, pero también lo ha hecho Lee, que anuncia con trompetas una colección adicional titulada Worn Wash.

En opinión de algunos especialistas, estos pantalones pueden ser la primera alternativa real tanto al blue jeans como a los llamados khakis (dos bolsillos atrás, algodón o gabardina), que usaba, por ejemplo, Steve McQueen. La tela acepta todos los colores y los conserva mejor que el algodón. La única precaución que aconsejan los fabricantes para conservar sus virtudes es meterlos en la lavadora vueltos del revés para proteger su apresto. En la práctica, la experiencia dice que no se trata de que estos pantalones no se arruguen nada de nada, sino de que se arruguen menos y encojan menos. Todo es menos en la vigente estética de la sobriedad.

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