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AJEDREZ

La azarosa vida de un joven siberiano

Gata Kamski, de 20 años, emula a Kaspárov y Kárpov

Leontxo García

Han pasado cinco años desde que Gata Kamski y su padre, Rustam, pidieron asilo en Estados Unidos; huían de la URSS, donde se sentían frustrados y discriminados. Aquel muchacho tímido con gafas de niño sabio es ahora, a los 20 años, el único superviviente en los dos Mundiales: el de la Asociación Profesional (PCA), cuyo campeón es Gari Kaspárov, y el la Federación Internacional (FIDE), con Anatoli Kárpov como titular. Kamski domina en Linares por 3-0 al británico Nigel Short en las semifinales de la PCA. El sueño está más cerca.El carácter hosco de ambos, siberianos de origen tártaro, provocó que los jugadores profesionales de EEUU les dieran la espalda. Rustam, un ex boxeador acostumbrado a una vida muy dura, reactivó el complejo persecutorio que sufría desde que Gata no pudo desarrollar su talento para el piano en Leningrado (hoy, San Petesburgo). Decidió luchar: "Yo comía una vez cada tres días; Gata, una vez al día. Pero él se entrenaba doce horas diarias. Era el único camino".El dramaturgo español Fernando Arrabal, residente en París, logró para ellos el patrocinio de una empresa francesa. Sin embargo, los resultados y el juego de Gata no impresionaban a casi nadie. Aunque se consolidaba entre los diez mejores del mundo, mostraba un estilo demasiado técnico para su edad. Hace ocho meses, Rustam se mostró muy categórico: "Si Gata no se convierte en campeón del mundo de la PCA o de la FIDE en este ciclo, tendrá que dejar el ajedrez y buscarse la vida en otra profesión".

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El sueño infantil de emular a Kaspárov y Kárpov puede convertirse en realidad. Gata rara vez habla con un periodista sin su padre al lado. Y cuando lo hace, enseguida menciona a Rustam: "Estoy en deuda con él. Me estimula para entrenar cuando yo quiero salir a la calle. Eso es muy importante; muchos jugadores no se toman su profesión en serio. Algunos son geniales, pero no constantes. A mí también me gustaría salir, ir al cine, leer, etcétera; pero todo eso puede esperar. Ahora es mi momento para ser campeón del mundo", dijo a EL PAÍS en India el mes pasado. Los asiduos al circuito del ajedrez empiezan a comprender que la rudeza del padre, debida a su primitivismo cultural, esconde a un ser bondadoso, inseguro y sufridor.

El entrenador de Gata, Román Dzindzihasvili, lo corrobora: "Tras la victoria sobre Anand en Sanghi Nagar [India], repartió 1.000 dólares [130.000 pesetas] entre varias familias muy pobres de las casas vecinas a nuestro bungalow". Dzindziliasvili y su ayudante, John Fedorowicz, están sometidos por Rustam a una disciplina tan férrea como la que impone a su hijo Gata. "Debéis intentar ganarle siempre en las partidas de entrenamiento. Mi hijo no debe relajarse; la vida es muy dura", les repite.

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Sobre la firma

Leontxo García
Periodista especializado en ajedrez, en EL PAÍS desde 1985. Ha dado conferencias (y formado a más de 30.000 maestros en ajedrez educativo) en 30 países. Autor de 'Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas'. Consejero de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) para ajedrez educativo. Medalla al Mérito Deportivo del Gobierno de España (2011).

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