Una pareja cae al vacío desde un tercer piso cuando asistía a una fiesta
Amaya de la R. M., de unos veinte años, resultó gravemente herida en la madrugada de ayer al caer, junto a su amigo Francisco Javier U. G., desde un tercer piso a un patio de la calle del General Palanca, 35 (junto a Delicias). Los jóvenes asistían a una fiesta en casa de un amigo. Cuando se encontraban junto a la ventana de la cocina cayeron al vacío desde 15 metros de altura. La policía cree que un abrazo excesivamente efusivo provocó la caída.
Los dos jóvenes acdidentados que cayeron al vacío fueron ingresados en la residencia sanitaria Doce de Octubre. Desde allí se les trasladó posteriormente al hospital Gregorio Marañón, donde la mujer quedó internada con choque traumático y lesiones en mano derecha y jaula torácica". Él sufrió lesiones de menor gravedad en las manos."Yo estaba en la cama. Oí un golpe seco. Mi perra Jara se asustó", dice Fina Rodríguez, vecina del piso inferior al tercer piso, desde donde ayer los dos jóvenes se precipitaron al vacío. "Salí corriendo de mi dormitorio a la cocina. Allí estaban los dos, sobre el suelo".
"Pude verla a ella tendida junto al muro, mientras gemía con voz apagada", agrega Fina. "El, que se incorporó poco después, pedía auxilio a su amigo desde el patio. Todo era un poco raro", comenta la vecina.
"Me he roto los dientes"
"Mi hijo Antonio Manuel había salido a cocina a tomarse un melocotón", explica Elvira Rodríguez, hermana de Fina. "También escuchó el golpazo seco sobre el suelo del patio y los gritos de él llamando a su amigo Juan Carlos", dice. "¡Me he roto los dientes y las muñecas!', le gritaba desde abajo' asegura.
Isidro García, de 57 años, esposo de Elvira, vio a cuatro jóvenes, dos varones y dos hembras, entrar en la casa a media tarde. "Era gente normal, joven. No molestaban y su comportamiento siempre ha sido bueno", señala. "No nos explicamos lo que pudo ocurrir. Seguramente fue alguna imprudencia", comenta con cierta perplejidad.
Amaya de la R. y Francisco Javier U. habían acudido a media tarde al domicilio de su amigo Juan Carlos R., presumiblemente para asistir a una pequeña fiesta. La madre de Juan Carlos y su hermana se hallaban fuera de casa.
La velada discurría con tranquilidad. Ninguno de los vecinos consultados escuchó nada que permitiera presagiar lo que sucedió luego. Era la una de la madrugada, con la Luna llena en el cielo. Según fuentes de la policía, Javier fue a la cocina, que tiene doble ventana, y se sentó sobre el alféizar, de espaldas al hueco del patio. El quicio de la ventana se encuentra a una altura de 1,30 metros del suelo del piso.
Amaya acudió junto a él. Entonces, los dos jóvenes se abrazaron con emoción. La intensidad de su abrazo hizo perder el equilibrio a Javier, que en su caída arrastró consigo a la joven. Ésta es la versión policial.
Las cuerdas para tender la ropa vibraron a su paso. El golpe fue seco y duro. Ella quedó sobre el suelo del patio aturdida por la caída.
Él se incorporó poco después y llamó a su anfitrión a voces desde el foso del patio. Ante sus llamadas de auxilio, Juan Carlos R. bajó al patio y les socorrió.
Una ambulancia de la compañía Europa y varios vehículos policiales acudieron al lugar. Los heridos fueron sacados del patio por una ventana bajera. Sobre el suelo quedó rota una claraboya de cristal opaco y un reguero de sangre.
En la residencia sanitaria Doce de Octubre los jóvenes fueron asistidos por el equipo del doctor Fernández Valencia. A primera hora de la mañana, ambos fueron trasladados al Gregorio Marañón. En el departamento de Admisión de Urgencias no había constancia del ingresó de Francisco Javier.
Tendida en una canuilla
Amaya, sin embargo, se hallaba tendida en una camilla con una diadema blanca que recogía su melena rizada y pelirroja; mostraba un hematoma sobre su párpado izquierdo, tenía los brazos inmóviles y herida la muñeca derecha.
Ayer permanecía inconsciente y en observación en el hospital por si fuera precisa una intervención quirúrgica: había sufrido la rotura de al menos una costilla superior. Sólo podía escucharse de su garganta un murmullo suave y dolorido.
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