En un lugar del Cosmos
Dicen que vivimos tiempos irreligiosos, pero Madrid parece ser una excepción.Una mañana de domingo dormía plácidamente cuando sonó el portero automático. "Hola, usted no me conoce", dijo una voz desde la calle, pero soy testigo de Jehová y quiero hablarle de Dios". Como siempre me intereso por las grandes cuestiones de la vida -y puesto que no quería despertar a mi actual esposa-, celebramos a través del sistema de megafonía un cambio de impresiones breve pero muy edificante sobre el Bien, el Mal y el Supremo Hacedor. Al final le agradecí mucho su interés por mi alma eterna, y aunque no me apunté inmediatamente a su secta, le di permiso para mandarme material impreso sobre la misma.
Ya iniciado el día del Señor de forma tan trascendental, salí a la calle, donde enseguida me encontré con unos fieles que entraban en una iglesia. Era el mismo templo donde como viene ocurriendo en un día de cada mes de julio desde hace siglos- un hombre de Dios certificó que se había vuelto a producir el milagro: la sangre en polvo de un mártir se había licuado. Confieso que no entré en la iglesia, pero todavía estoy meditando maravillado el significado de tan trascendental acontecimiento.
Tras desayunar, cogí el coche para dar una vuelta por la ciudad. Ha habido un aumento impresionante de actividad religiosa en los últimos años: pasé por delante de una mezquita, una sinagoga y una iglesia cristiana fundamentalista, de la que emanaban himnos al estilo de las películas de John Ford. Cuando llegué a casa, mi actual esposa charlaba en la puerta con dos jóvenes imberbes -Bruce y Fred, creo que se llamaban- que habían subido el cartel con el que predicaban en la calle. "¿Cuál es el sentido de la vida?", preguntaba el artilugio. Se disponían a dar la respuesta, aprendida en su más tierna infancia a los pies de sus mayores en Salt Lake City (Utah).
Vivimos una explosión de fe. Una consulta superficial al primer tomo de la guía telefónica de Madrid avala la existencia de, entre otras, la Iglesia Apostólica Pentecostal, Iglesia Bautista Nueva Vida, Iglesia de la Biblia Abierta, Iglesia Cristiana Renacer en Cristo, Iglesia de Dios Universal en España, Iglesia Evangélica Buenas Noticias, Iglesia de Jesús Presbiteriana Coreana, Iglesia Nueva Apostólica e Iglesia Internacional del Evangelio Cuadrangular. (sic). ¿Tiempos irreligiosos?
Ahora bien, para actividad religiosa de verdad hay que acercarse a una ciudad como Londres, y más concretamente al Speaker's Corner. En una visita reciente a este bastión de la tolerancia, este corresponsal pudo comprobar que, aparte de un vegetariano convencido y un aprendiz de cómico, todos los oradores hablaban de religión. Dos norteamericanos -fácilmente identificables por sendas camisas de color rojo, blanco y azul con las estrellas y las barras- turnaba para predicar una versión literal de la Biblia. Un musulmán sostenía que los judíos se han hecho los dueños del mundo y que el holocausto jamás existió. A menos de veinte metros, unos judíos ignoraban a los musulmanes y profesaban su amor por... ¡Jesucristo! Sí, aunque, según un amigo nuestro, un judío residente en Londres, estos Jews for Jesus (Judíos por Jesús) realmente no son judíos.
Aunque Madrid no ha alcanzado el nivel de actividad religiosa de Londres, puede jactarse de haber sido escenario de la primera boda del Church of the Cosmos (Iglesia del Cosmos) jamás Celebrada en España y, posiblemente, en el mundo. Me explico. En 1979, un librepensador y humanista norteamericano -no es una contradicción: todavía existe algún que otro hombre cuerdo en aquella República- fundó The Church of the Cosmos, en Reno (Nevada), como antídoto a lo que consideraba promesas y explicaciones equivocadas de las religiones establecidas. Pretendía que los seres humanos diesen expresión a sus impulsos espirituales sin someterse a dogmas autoritarios ni suspender sus facultades críticas, sino desarrollándose a través de la razón, la ciencia, el respeto al prójimo y el asombro ante el mundo real en toda su enorme variedad. A pesar de la palabra "iglesia", se puede afirmar que estos señores son más bien ateos -"corderos disfrazados de lobos", según ellos- ¿Van en serio? Sí. Digamos también que todavía hay yanquis con sentido del humor.
Uno de ellos, D., vive en Madrid, y hasta tiene un documento que le autoriza como sacerdote de la Iglesia del Cosmos, aunque nunca ha tenido muy claro en qué consisten sus deberes y derechos. No los tenía hasta hace poco, cuando una joven pareja australiana se le acercó con la petición de que les casara. ¿Por qué en esta iglesia? Porque no eran creyentes, porque querían dar algún testimonio de su compromiso y porque lo del registro civil les parecía muy frío. De modo que D. buscó un misal de una Iglesia protestante, eliminó las referencias sobrenaturales y elaboró una ceremonia que pretendía conservar toda la belleza y enjundia del sacramento cristiano.
Se celebró el otro día -en inglés y español- en la terraza de un apartamento en Lavapiés. Hubo intercambio de votos y anillos, el cura dijo un breve discurso (citó a un filósofo en el sentido de que, para que un matrimonio funcione, ninguno de los dos contrayentes intentará cambiar el carácter del otro) y cantaron ocho miembros de un coro. Luego los invitados besaron a la novia y todos se fueron a comer y beber. Mientras se ponía el sol, las golondrinas revoloteaban y chillaban, como suelen hacer en Madrid al atardecer: era esa hora cuando las sombras son más largas, cuando todo nos parece posible. El anfitrión lloró.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.