"Judas" y su hermano
El regreso al fútbol de Ruud Gullit el pasado miércoles es un drama de la vida real del modelo que hace salivar a guionistas y dramaturgos.Para algunos, Gullit es el Judas del fútbol holandés, la estrella que abandonó a sus colegas y a su nación un mes antes del comienzo del Mundial. Sin Gullit, Holanda perdió ante ante Brasil; con él, señalan los críticos, Holanda habría batido a Brasil. Lo dudo, pero aunque el Mundial es ya historia, el rencor permanece. Además, Gullit, atacante del Milan frente al Ajax en la Liga de Campeones, se enfrentó directamente a Frank Rijkaard, ahora en la defensa del Ajax.
Aquí la trama se espesa bordeando lo increíble. Es como si Gullit y Rijkaard, hermanos del alma, fueran sometidos repentinamente a un duelo a 12 pasos (claro que si se hubieran mantenido a esa distancia en el campo, Rijkaard habría dejado marcar a Gullit). Los dos son, cuando quieren serlo, extremadamente sensibles, gente inteligente. Gullit es extravertido, Rijkaard más callado a menudo, pero la profundidad de sentimientos que cada uno de ellos llevó a su vestuario el miércoles está más allá de cualquier expresión. Gullit y Rijkaard eran como dos guisantes en un cesto, amsterdamitas nacidos de madre holandesa y padre de Surinam en un mismo septiembre hace 32 años. Ambos crecieron altos y fuertes, ambos orgullosamente proclamando sus raíces negras por medio de los pelos rizados. Jugaron juntos en más de 60 ocasiones con la camiseta naranja de Holanda. Florecieron al mismo tiempo, juntos se hicieron millonarios, cosecharon las riquezas italianas, en partidos por todo el globo con el Milan. Cuando uno se lesionaba, no es que el otro compartiera su dolor o le donara su sangre, pero como amigos, como hombros en los que apoyarse, como hombres que entendían las dudas privadas y los problemas del de al lado, estaban más cercanos que si fueran hermanos.
La televisión nos mostró en primer plano su duelo. Hubo un grado de privacidad, de misterio, sin el cual el partido habría sido más pobre. Fue nuestra prerrogativa interpretar a nuestro gusto los apretones de manos, las entradas duras; fue la suya levantar el telón para nosotros, por lo menos hasta la próxima ocasión.
International Herald Tribune, 15 de septiembre.
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