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El auge musulmán de Sarajevo

El largo asedio de la capital de Bosnia ha fomentado un mayor sentimiento religioso entre los seguidores del islam

ENVIADO ESPECIALEl hombre de traje gris y corbata postrado sobre una estera en la última fila del patio de la mezquita Begova, la más antigua de Sarajevo, soporta mal los 40 grados al sol y se lleva con frecuencia las manos a su casi despoblada cabeza. Es el único trajeado tan solemnemente entre los cientos que le rodean en esta plegaria del viernes, y a pesar de haber llegado tarde a la ceremonia ha cumplido con los ritos y se ha purificado con el agua que mana de una hermosa fuente octogonal entre castaños de Indias.

Sólo fijándose atentamente se descubre junto a él y desperdigados por el patio a los miembros de la menguada escolta de Alia Izetbegovic, el presidente bosnio, pues ese es el creyente trajeado y sudoroso. Cuando acaba la plegaria se anuda despacio los zapatos y saluda a unos cuantos que se le acercan. Instantes después, su Audi 100, precedido por un coche policial, se pierde entre las callejuelas del barrio antiguo de Sarajevo.

"Izetbegovic es demasiado creyente para ser presidente de todos los bosnios" dice Selim, un joven musulmán no practicante que vive confortablemente en Sarajevo, gracias a su instinto para los negocios y a la posición de su padre como alto funcionario. Selim, que ha estado en el frente luchando contra los serbios, dice no creer en absoluto en el proyecto multiétnico y pluricultural que el Gobierno de Bosnia dice defender. Para él hay una tendencia clarísima hacia un modelo ortodoxo de sociedad musulmana que no cuadra con sus inclinaciones ni con el ambiente en el que ha vivido durante casi 30 años. Mucha otra gente en la capital bosnia, de diferente edad y condición, percibe el auge de un nacionalismo musulmán desconocido hasta hace poco. "No empuñamos las armas para defender este ideario, sino para defender a nuestro país. Somos urbanos y europeos".

¿Un Estado musulmán en el corazón de Europa? Hasta llegar a eso, lo más temido fuera de Bosnia y de lo que menos se habla, los dirigentes de Sarajevo tendrán que recorrer un largo e improbable camino . Hoy por hoy, sin embargo, los hechos muestran que el llevar velo las mujeres, el frecuentar la mezquita los hombres e inscribir a los hijos en una escuela coránica son los mejores caminos en una ciudad dedicada en cuerpo y alma a sobrevivir para percibir determinadas ayudas alimenticias, de alojamiento o directamente económicas. Los países islámicos del núcleo duro (Arabia Saudí, los Emiratos, Irán o Pakistán) canalizan hacia Bosnia y distribuyen eficazmente, a través de sus organizaciones, un socorro destinado básicamente a sus fieles.

El apoyo no es solamente humanitario. En la misma plegaria a la que asistía el viernes en Begova el presidente Izetbegovic participaba un grupo de mujaidines, los soldados fundamentalistas islámicos qué apoyan al Ejército bosnio en su lucha contra los serbios. La Iglesia católica de Bosnia-Herzegovina, en un informe reciente, llama "fanáticos" a estos combatientes y los acusa de matar hombres y secuestrar y violar a sus mujeres y sus hijas.

La jerarquía católica, explicando la erradicación de Bosnia de los miembros de su Iglesia, asegura en letra impresa que después de haber sufrido la limpieza étnica de los serbios, los católicos están desde el año pasado, padeciendo lo mismo, pero por parte de los musulmanes.

A Sarajevo llegan desde hace mucho tiempo musulmanes expulsados de sus casas por los serbios, sobre todo en el este de Bosnia (Gorazde, Rogatica, Trnovo). Suelen instalarse en casas abandonadas y su avalancha coincide con la salida de la capital bosnia de serbios y croatas.

Aunque no hay ningún, dato estadístico realmente fiable, las estimaciones coinciden en que de los 300.000 habitantes de la ciudad unos 200.000 deben ser musulmanes.

"El Gobierno lo niega, pero hay una política clara de musulmanización de la sociedad bosnia, un concepto que nos era absolutamente ajeno hace muy pocos años". Senad, que opina así, es un padre de familia en los 40, técnico electrónico y soldado a tiempo parcial en el Ejército bosnio. "Izetbegovic no debería olvidar que es el presidente de toda Bosnia, también de los croatas y serbios que viven aquí".

Al fervoroso creyente Alia Izetbegovic se le reprocha haberse rodeado de un núcleo religioso que influye decisivamente en la política bosnia. La mezquita, a la que con frecuencia acude en compañía del primer ministro Haris Silajzdic, se habría convertido, en opinión de los ecumenistas mejor informados, en un trampolín político y un mercado de influencias.

La presencia del ulema Mustafá Ceric, la más alta autoridad islámica, en la televisión bosnia es tan abrumadora que si un día no aparece, la reacción popular es preguntarse si el ulema ha muerto, según el chiste que circula en Sarajevo.

"Es imposible ver ya un tacón alto en esta ciudad", dice Amela, una cualificada profesional que se queja de que a causa de su, apellido, inequívocamente serbio, ha tardado seis meses en obtener un pasaporte para el que reunía todos los requisitos. "Si no saludo en mi tienda con un Salam Aleikum, la gente empieza a poner mala cara", asegura Amira, hija de musulmán y serbia y dueña de un taller artesano en el barrio viejo de Sarajevo."Todos los soldados de origen musulmán muertos en la guerra han sido declarados mártires de la fe coránica", remacha Selim, musulmán él mismo, pero ajeno a la instrumentalización de sus creencias.

Históricamente; los musulmanes de Bosnia, alrededor del 40% de la población, son restos de la dominación otomana que atrajo al islam a poblaciones seducidas por los aspectos sociales, culturales o económicos de la religión de los vencedores. Estos musulmanes «son eslavos que han conservado su lengua y algunas de sus costumbres. En los censos de hace 20 años se declaraban "musulmanes yugoslavos". El islam supone para ellos una cultura global que no deja sitio a un sentimiento nacional definido.

La ciudad vieja de Sarajevo es un paisaje de iglesias ortodoxas, católicas, sinagogas y mezquitas. Pero es el patio del Museo Judío con su perspectiva sobre la imponente flecha de la mezquita más moderna, el que proporciona la clave sobre la dirección triunfante. Si lo católico agoniza, según certifica la jerarquía, lo ortodoxo ya ha muerto.

En contraposición a las florecientes mezquitas y a los niños que cantan Salam Aleikum, Salam Aleikum antes de entrar a las ocho de la mañana en su escuela del barrio de Bjelave, la más, antigua y hermosa, iglesia ortodoxa está vacía y a oscuras. Un único cura ortodoxo atiende ahora a los 30.000 o 40.000 serbios de la ciudad.

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