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Yoko Komatsubara rasga la bata flamenca

La bailaora japonesa trae su compañía de danza española a Madrid

Hace 35 años, Yoko Komatsubara era una joven actriz y bailarina que asistió a una representación en Tokio del Ballet de Pilar López. Aquel pase cambió su vida, y hoy esta mujer es responsable de que la imagen de una bailaora japonesa haya dejado de ser algo surrealista. Komatsubara es propietaria de siete academias de baile español repartidas por todo Japón, un tablao en Tokio y una compañía de flamenco, que ella misma dirige y que está formada por 30 bailarines y 20 músicos. La compañía, que celebra este año su 25º aniversario, está desde ayer en Madrid.

"Aquella actuación de Pilar López me emocionó tanto que tomé la decisión de aprender a bailar flamenco", recuerda Komatsubara. Y, como en Japón no había maestros que pudieran enseñarle, emigró a España sin hablar una palabra de castellano y sin la compañía de otras compatriotas que se dedicaran a lo mismo. "La dueña de la pensión en, la que me alojaba no daba crédito", recuerda.El Ballet de Yoko Komatsubara presenta un espectáculo que consta de dos partes: Carmen -no la de Bizet, sino pero otra con música compuesta por el japonés Konoe- y Duende del flamenco, un espectáculo basado en poemas de Federico García Lorca. Las 18 jóvenes bailaoras de esta compañía son todas japonesas que han aprendido a bailar en alguna academia de Komatsubara. Los bailaores, 11 en total, son todos españoles. El elenco se completa con seis cantaores y guitarristas y 14 músicos de orquesta.

A Komatsubara no la entendía nadie. Ni en España, ni en Japón. A todo el mundo le resultaban una locura sus aspiraciones. Su hermano, un actor de fama en su país, fue una pieza clave en sus comienzos. A él dice que le debe el éxito de público y crítica que obtuvo en su primer recital, en Tokio. Komatsubara se atrevió en aquella ocasión a ejecutar hasta una jota. "Nunca he tenido unas críticas tan buenas como esa vez", cuenta la bailaora, que no tiene ningún reparo en reconocer que lo que hacía entonces dejaba bastante que desear. En España, sus primeros pasos sobre un escenario los dio con la compañía de Rafael de Córdoba. Vivió en Sevilla varios años, donde fue alumna del legendario maestro Enrique, El Cojo -"ponía los pelos de punta"-, dice-, y llegó a trabajar en el tablao Los Gallos. Otros maestros suyos fueron Victoria Eugenia y Matilde Coral, que con el tiempo volaron hasta Japón para enseñar en las academias de Komatsubara.

Komatsubara, que además de bailaora es también coreógrafa, tiene un argumento para explicar la pasión de los japoneses por el flamenco: "Nuestra cultura no nos permite manifestar nuestros sentimientos. En Japón tenemos que aguantarnos los enfados, no podemos besarnos ni abrazarnos en público. El flamenco es lo que nos permite sacar esas emociones fuera", dice. Asegura también que ella no aspira a bailar como los gitanos o los españoles: "Nunca podremos llegar a eso. Yo tengo mi forma de bailar. Y creo que en el arte no existen fronteras", dice.

Desde hace 20 años, el arte de Komatsubara viene cosechando galardones como el Premio Antonio Mairena, el Premio de Oro del Flamenco de Córdoba... últimamente ha conseguido que el Gobierno de Japón patrocine parte de su representación y que el Departamento de Asuntos Culturales de ese país le haya concedido el premio al mejor espectáculo. Además tiene el orgullo de ver las academias de flamenco de Madrid repletas de japonesas.

Ballet de Yoko Komatsubara. Teatro Nuevo Apolo (plaza de Tirso de Molina, 1), hasta el 11 de septiembre a las 2130. De 3.500 a 1.000 pesetas.

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