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La piscina coladero

Decenas de personas saltan cada día la valla del polideportivo de San Blas

Paz Álvarez

La piscina de San Blas es un coladero. Por sus agujeros no se va el agua pero entra la gente por la cara, gratis total. "Si ahora hay aquí 1.500 personas, estoy seguro que unas 300 se han colado", calculaba ayer un empleado de la cafetería del polideportivo, uno de los más grandes de Madrid. Los bañistas de la zona conocen los puntos flacos de la valla. Las rendijas tardan en cerrarse -"es más barato dejarlos saltar que arreglar el agujero todos los días", explicaba un trabajador- y cuando se arreglan, incluso facilita la tarea de los saltadores. El punto más concurrido ayer era aquel donde el último remiendo había dejado un cómodo peldaño para auparse."Por aquí se puede subir fácilmente. Apoyas el pie en esta rendija que es más ancha de lo normal y, además, arriba no hay alambrada de pinchos", explicaba ayer un saltador. Con un poco de agilidad se saltan los dos metros de la valla que bordea el polideportivo.

Entrar en la piscina de San Blas sin abonar las 425 pesetas de la entrada es fácil. Cuando comienza la temporada de baños, allá por el mes de mayo, los "manitas" del barrio abren boquetes en los barrotes de hierro para poder aplacar con un chapuzón los calores del verano. "Si yo no estuviera tan gorda, también saltaría", confiesa una bañista, madre de familia.

Los niños también conocen el truco. La operación se hace con total descaro: a mediodía de ayer, cuatro amigos, de mediana edad, portando bolsas de piscina repletas de comida, merodeaban uno de los laterales de la piscina. Sin pensárselo dos veces, el más delgado pegó un saltó y entró. Los dos siguientes tuvieron que ayudarse mutuamente para saltar. El último, más regordete, lo tuvo un poco más dificil y decidió buscar un agujero a ras de suelo para entrar.

La siguiente tanda eran tres jovencitos bronceados, que todos los días se bañan "por el morro". "Aquí no se paga, sales y entras por el mismo sitio. Yo voy a comer a mi casa y por la tarde vuelvo y no pago un duro", dice uno de ellos. Los que pagan la entrada miran con estupor cómo otros saltan la, verja y se cambian de ropa tras un árbol. "Se te queda la cara de tonto al ver cómo se cuelan y cortan con las tenazas la valla. Además son los amos y señores de la piscina, cualquiera les dice algo. Algunos hasta se bañan con los vaqueros y la ropa que llevan puesta. Y han llegado hasta amenazar a los vigilantes con navajas", denuncia indignada una usuaria habitual de estas instalaciones deportivas.

Los porteros que custodian la entrada ya están acostumbrados. "Ésta es la fruta del verano, pero, ¿qué vamos a hacer? Que mande Felipe González más vigilantes de seguridad. Nosotros no tenemos suficiente personal para cuidarlo todo", aseguraba uno de los vigilantes.

La empresa Diserhos encargada del servicio de cafetería ha tenido que invertir dos millones de pesetas en seguridad. "Apenas hay vigilantes y aquí se cuela todo tipo de gente, sobre todo de noche. Este año está siendo muy tranquilo, en otras ocasiones ha habido hasta seis robos", relata Ángel Torrijos, de la cafetería. En tres meses, sólo han tenido un robo. Se llevaron tabaco, whisky y cucharillas de café, valorado todo en 150.000 pesetas. Pero todo bañista que entra en el bar y consume, paga. Los encargados siguen a rajatabla el lema de "Si quieres que te cante, las pelas por delante".

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Sobre la firma

Paz Álvarez
Periodista especializada en gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, tiene un programa de desarrollo directivo por el IESE. En 1993 comenzó a escribir en la sección de Madrid y, en 1997, se incorporó al diario CincoDías, donde creó la sección de Directivos y ha sido jefa de la sección de Fortuna hasta 2022.

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