Un asunto de honor
Capitulo 4 El pato alegre
Manolo, un camionero con un diente roto, recuerdo de su mil¡ en Ceuta, y dos tatuajes que sacó de su estancia en la cárcel, está huyendo junto con María, una atractiva adolescente. Los persiguen Nati, la hermana de María, y el portugués Almeida, dueño de un puticlub donde trabaja Nati. El portugués Almeida y Nati han vendido la virginidad de María a un cliente y ésta
Total. Que los dos colegas que me echaron una mano en el puticlub del portugués habían estado radiando el partido por la radio VHF, y a esas horas todos los camioneros de la nacional 435 estaban al corriente del esparrame. Apenas subimos al Volvo conecté el receptor. Parece que la tía está buenísima, decían algunos. Un yoplait de fresa. Menuda suerte tiene el Manolo.Menuda suerte. Yo miraba por el retrovisor y las gotas de sudor me corrían por el cogote.
"Dice Aguila Flaca que Llanero Solitario puso el puticlub patas
rriba. Con dos cojones".
Llanero solitario era un servidor. Dos o tres colegas que me reconocieron al adelantar, dieron ráfagas; uno hasta soltó un bocinazo.
"Acabo de verte pasar, Llanero. Buena suerte" -dijo el altavoz de VHF.
Desde su -asiento, la niña me miraba.
-¿Hablan de nosotros?
Quise sonreír, pero sólo me salió una mueca desesperada
No. De Rocío Jurado y Ortega Cano.
-Debes creerte uy gracioso.
Maldita la graque tenía. Decicoger la radio.
-Llanero Sofirio a todos los legas. Gracias por el interés; pero como los malos estén a la escucha, me vais a joder vivo.
Hubo un torrente de saludos y deseos de buena suerte, y después el silencio. En realidad, puteros, vagabundos y algo brutos, los camioneros son buenos chicos. Gente sana y dura. Antes de callarse, un par de ellos -Bragueta Intrépida y Rambo 15 dieron noticias de nuestros enemigos. Por lo visto, como al irnos les dejé el Calibra hecho polvo, habían emprendido la persecución en el coche de la funeraria: Porky al volante, con el portugués Almeida y la Nati. Bragueta Intrépida acababa de verlos pasar cagando leches por el puerto de Tablada.
Decidí despistar un poco, así que á la altura de Riotinto tomé la comarcal 421 a la derecha, la que lleva a los pantanos del Oranque y el Odiel, y en Calañas torcí a la izquierda para regresar por Valverde del Camino. Seguía atento a la radio, pero los colegas se portaban. Nadie hablaba de nosotros ahora. Sólo -de vez en cuando alguna alusión velada, algún comentario con doble sentido. El Lejía Loco informó escuetamente que un coche funerario acababa de adelantarlo en la gasolinera de Zalamea. Amor de Madre y Bragueta Intrépida repitieron el dato sin añadir comentari6s. Al poco, El-Riojano Sexy informó en clave que había un control picoleto en el cruce de El Pozuelo, y después le deseó buen viaje al Llanero y la compañía.
-¿Por qué te llaman Llanero Solitario? -preguntó la niña.
La carretera era mala y yo conducía despacio, con cuidado.
-Porque soy de Los Llanos de Albacete.
-¿Y Solitario?
Cogí un cigarrillo y presioné el encendedor automático del salvidero. Fue ella úen me lo acercó la boca cuando o clic.
-Porque estoy o, supongo.
-¿Y desde ándo estás solo? -Toda mi puta a.
Se quedó un rato callada, como si meditase aquello. Después cogió el libro y lo abrazó contra el pecho. -
-Nati siempre dice que me voy a volver loca de tanto leer.
-¿Lees mucho?
-No sé. Leo, este libro muchas veces.
-¿De qué va?
-De piratas. También hay un tesoro.
-Me parece que he visto la película.
Hacía media hora que la radio estaba tranquila, y conducir un camión de cuarenta toneladas por carreteras comarcales lo hace polvo a uno. Así que eché el freno en un motel de carretera, el Pato Alegre, para tomar una ducha y despejarme. Alquilé un apartamento con dos camas, le dije a ella que descansara en una,y estuve diez minutos bajo el agua caliente, procurando no pensar en nada. Después, más relajado, me puse a pensar en la niña y tuve que pasar otros tres minutos bajo el agua-esta vez fría- hasta que estuve en condiciones de salir de allí. Aunque seguía húmedo, me puse los tejanos directamente sobre la piel y volví al dormitorio. Estaba sentada en la cama y me miraba.
-¿Quieres ducharte?
Negó con la cabeza, sin dejar de mirarme.
-Bueno -dije tumbándome en la otra cama, y puse el reloj despertador para dos horas más tarde- Voy a dormir un rato. Apagué la luz. El rótulo luminoso colaba una claridad blanca entre los visillos de la ventana. Oí a la niña moverse en su cama, y adiviné su vestido ligero estampado, los hombros morenos, las piernas. Los ojos oscuros y grandes. Mi nueva erección tropezó con la cremallera entreabierta de los tejanos, arañándome. Cambié de postura y procure pensar en el portugués Almeida y en la que me había caído encima. La erección desapareció de golpe.
De pronto noté un roce suave en el costado, y una mano me tocó la cara. Abrí los ojos. Se había deslizado desde su cama, tumbándose a mi lado. Olía a jovencita, bofflo pan tierno, y les juro por mi madre que me acojoné hasta arriba
-¿Qué haces aquí?
Me miraba a la claridad de la ventana, estudiándome el caretoTenía los ojos bril lantes y muy serios.
-He estado pensando. Al final me cogerán, tarde o temprano.
Su voz era un susurro calentito. Me habría gustado besarle el cuello, pero me contuve. No estaba el horno para bollos.
-Es posible -respondí-. Aunque yo haré lo que pueda.
-El portugués Almeida cobró el dinero de mi. virginidad. Y un trato es un trato. ,
Arrugué el entrecejo y me puse a pensar.
-No sé. Quizá podamos conseguir los cuarenta mil duros.
La niña movió la cabeza.
-Sería inútil. El portugués Almeida es un sinvergüenza, pero siempre cumple su palabra... Dijo que lo de don Máximo Larreta y él era un asunto de honor.
-De honor repetí yo, porque se me ocurrían veinte definiciones mejores para aquellos hijos de la gran puta, con la Nati de celestina de su propia hermana y Porky de mamporrero. Los imaginé en el coche funerario, carretera arriba y abajo,, buscando mi camión para recuperar la mercancía que les había volado.
Me encogí de hombros.
-Pues no hay nada que hacer -dije- Así que procuremos que no nos.cojan.
1 Se quedó callatla un rato, sin apartar los ojos de mí. Por el escote del vestido se le adivinaban los pechos, que oscilaban suavemente al moverse. La cremallera. me hizo daño otra vez.-Se me ha ocurrido algo -dijo ella.
Les juro a ustedes que lo adiviné antes de que lo dijera, porque se me erizaron los pelos del cogote. Me había puesto una mano encima del pecho desnudo, y yo no osaba moverme.
-Ni se te ocurra -balbucí.
-Si dejo de ser virgen, el portugués Almeida tendrá que deshacer el trato.
-No me estarás diciendo -la interrumpí con un hilo de voz- que lo hagamos juntos. Me refiero a ti y a mí. 0 sea.
Ella bajó su mano por mi pecho y la detuvo justo con un dedo dentro del ombligo.
-Nunca he estado con nadie.
-Anda la hostia -dije. Y salté de la cama.
Ella se incorporó también, despacio. Lo que son las mujeres: en ese momento no aparentaba dieciseis años, sino treinta. Hasta la voz parecía haberle cambiado. Yo pegué la espalda a la pared.
-Nunca he estado con nadie -repitió.
-Me alegro -dije, confuso.
-¿De verdad te alegras?
-Quierodecir que, ejem. Sí. Mejor para ti.
Entonces cruzó los brazos y se sacó el vestido por la cabeza, así, por las buenas. Llevaba unas braguitas blancas, de algodón, y estaba preciosa allí, desnuda, como un trocito de carne maravillosa, cálida, perfecta.
En cuanto a mí, qué les voy a contar. La cremallera me estaba destrozando vivo.
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