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Al borde del tercer infarto

Con dos infartos a cuestas, José Nonay Gil tenía un especial interés en mantener la calma durante su intervención de ayer. No lo consiguió. Cada vez que le venía a la boca el simple nombre de Mario, el apellido compuesto de Garriga Nogués o la cifra ingente del millón y medio de acciones que, según mantiene, "se le han perdido en sociedades fantasmas", a Nonay se le encendían el tono de la voz, el color de la piel y el jaez del vocabulario, y la sala entera se sobrecogía bajo la generosa megafonía y una doble pantalla de vídeo."¿Cómo pueden ustedes consentir", preguntaba Nonay al estrado, "que Mario Conde siga paseándose por las playas y los mejores restaurantes, en lugar de por la cárcel, que es donde debería estar?", y la sala se venía abajo en aplausos y vítores. "¿Cómo pueden ustedes ascender a los señores Elorriaga y Bustamente de la Mora?", seguía preguntando Nonay, en referencia a dos directivos del banco que, según él, deberían haber sido destituidos tras la intervención del Banco de España en Banesto.

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De vez en cuando, Nonay intentaba calmarse y recuperar las raíces. "Soy hombre curtido en el campo", advertía en un momento. Pero la bonanza no duraba mucho, y el orador se volvía a calentar: "¡Señor Sáenz, coja usted la escoba y barra a toda esa gente! ¿Qué medidas tomará usted contra estos estafadores?"

Tras varios arrebatos de indignación, Nonay eligió acabar su intervención en un remanso. "Señor Sáenz", dijo, "como no puedo cantársela, déjeme al menos que le recite una jota", y le largó una copla que acababa con una sentencia: Somos muchos españoles, gigantes y cabezudos.

Nonay mantiene un largo contencioso con Banesto desde hace años para que el banco le reconozca la propiedad de un importante paquete de acciones.

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