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Reportaje:

"Chorizos" con mala pata

Miscelánea de las detenciones de cacos más insólitas y de los robos ejecutados con pésima destreza en este año

Jan Martínez Ahrens

Mala pata. El mundo de los delincuentes madrileños ofreció en los últimos ocho meses un amplio surtido. Los hay que la metieron al andar, y otros, menos afortunados, al descolgarse de las ventanas. Algunos se toparon con víctimas que les redujeron con fiereza y otros cometieron el error de dejar pistas clarísinias.

Un marroquí. de 26 años, Alí M. A., metió el cuezo de forma sonora. En la madrugada del 16 de marzo asaltó a golpes de pico la caja fuerte de la céntrica cafetería Kenia. El hombre, que se había dejado el guante blanco en casa, consiguió con sus rotundos mazazos contra el metal despertar a todo el vecindario.

La Policía Municipal, alertada, arrestó a Alí cuando a punto estaba de escapar con el botín conseguido.

A otros no les dio tiempo ni de salir. Fue, el caso de Matías A. P., un delincuente de 28 años, cuyo historial lucía 28 antecendentes, entre ellos un inquietante homicidio. El 22 de enero avistó una presa fácil: una refulgente joyería junto a Torre Picasso. Guardaba la plaza una mujer madura y dos dependientas. El hombre entró como un vendaval.

Revólver en mano, encerró al par de empleadas y se encaró, con amenazas mortales, a la dueña. Empezó, entonces, a coger a puñados los relojes expuestos en la vitrina. Demasiado. Como un resorte de feria, la mujer saltó disparada y de golpe, derribé al peligroso Matías y a sus 28 antecedentes.

La dama se enzarzó en un forcejeo felino, al tiempo que las dependientas, que habían escuchado los aullidos de la trifulca, trotaban hacia la calle a pedir auxilio. Cuando el ladrón fue detenido ya estaba desarmado.

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Ir armado: ahí reside uno de los mayores peligros de los atracos. Pistolas, cuchillos, navajas conforman. el repertorio más habitual., Aunque siempre hay quien se distingue, como Adolfo J. S. y Sórgio M. P. ambos de 16 años.

El pasado 4 de abril ambos chavales trataron de asaltar el establecimiento 7 Eleven de la calle del Arenal armados con un cortauñas. La amenaza no les sirvió de mucho, pese a que la blandieron ante el dependiente. La única lucha se dio cuando llegó la policía y les detuvo. Los jóvenes, entonces, prefieron emplear el músculo.

Esta inadecuación entre el objetivo y los medios se agudiza cuando también falla la elección de la víctima. Rafael H. J., de 22 años, lo descubrió a las once de la mañana del 1 de mayo en el Rastro. Rafael intentaba ganarse el pan con el timo del piedrasonic.

Ofrecía, envuelta en una caja precintada, una cámara de vídeo "baratita". O eso fue lo que quiso vender, catálogo en mano, al par de señores que, al conocer el precio ("20.000 pesetillas, poca cosa, mucho menos que en una tienda") sacaron la placa de agentes municipales y le arrestaron. La caja contenía -en vez de la moderna cámara- piedras y trapos de alta tecnología poco audiovisual.

Más fácil se lo pusieron,. de todos modos, a un policía local de Arganda del Rey (27.000 habitantes), el agente Manuel T. G., de 25 años.

El hombre no tuvo que investigar mucho. La tarde del 13 de mayo el agente patrullaba por la calle de Ronda de Watres. La rutina se rompió cuando' vio pasar dela4ite de sus narices el cuerpo del delito: a un joven de su misma estatura que lucía un plumífero y una camisa idénticas a las que él poseía.

No pararon ahí las coincidencias. El paseante, José C. S., de 27 años, también llevaba un pantalón que se asemejaba como dos gotas de agua a uno de su hermano. El agente, convertido en víctima interrogó al misterioso joven.

"Oiga, que lo compré todo hace un año en el Rastro", fue la contestación. No convenció.

La investigación demostró que la ropa, sospechosa pertenecía efectivamente al agente y a su hermano: había sido sustraída anteriormente por el detenido en la casa del padre del policía junto con 1.2 garrafas de aceite y una carretilla.

Y si el botín delató al joven del plumífero, al boliviano Carlos N. G.-M_ de 34 años, casi le mata. Carlos N.G., -M., recién llegado de Santa Cruz (Bolivia), ingresó en los archivos policiales después de que se le reventasen en el tracto intestinal 33 de las 73 bolsas de cocaína (350 gramos) que había comprado en el país andino.

Rozó la muerte y engrosó el capítulo trágico de los sucesos, al que también pertenecen Francisco C. P_ de 24 años y 13 antecedentes por robo, y David I. S., de 24 años.

Francisco C. P., un desvalijador de viviendas, se estrelló el pasado 19 de abril ante la mirada de una vecina y de los dueños del piso del que acababa de sustraer dos carteras con 22.000 pesetas, algunas monedas y joyas.

El ladrón. se había soltado de la cuerda de sábanas con la que descendía de la vivienda asaltada por el patio interior. Ingresó en estado muy grave. en el hospital Clínico.

Lo peor, sin embargo, le tocó a David I. S., de 24 años, quien murió de un infarto tras darle un tirón al bolso de una anciana en la calle del Castillo de Uclés (San Blas).

Pero más allá de la tragedia, el decurso de los delitos también muestra una cara insólita. Como la del robo de Pedro P. G., de 26 años, quien fue sorprendido de noche por la Policía Municipal cuando en plena calle del Arenal (Centro) pretendía llevarse un rotundo y nada manejable buzón de Correos.

Para desgajarlo" el hombre, contra toda discreción, golpeaba su coche contra el depósito metálico. El parte policial finalizaba el relato de los hechos con la siguiente frase: "Se desconoce si también quería, llevarse toda la correspondencia guardada en el interior del buzón".

Tampoco mostró mucha más brillantez María Teresa C., empleada de una residencia municipal de ancianos en Pinto.

La mujer fue despedida después de que se descubriese que el secuestro que había denunciado era una chapucera invención para justificar el abandono de su puesto de trabajo la noche del 3 de abril.

Pero lo que entra plenamente en el epígrafe de malapata fue la detención del sirlero iraní Behnam H., de 31 años. El ladrón fue detenido gracias al reguero de fotos suyas y de su entrañable familia que se le perdieron después de arrebatar el bolso a una extranjera en la calle de San Bernardo.

Para completar el rastro también perdió en su huida un, documento que indicaba cuál era su nacionalidad. Behnam fue capturado en el aeropuerto de Barajas. Allí, la policía no tuvo más que comparar su rostro con las fotos.

.En las redes del reconocimiento cayó a su vez Juan B. P., directivo di banca de 30 años y padre de dos niños. Juan practicaba el exhibicionismo en un par . que de Coslada. La noche del 11 de febrero repitió víctima: dos amigas de 30 años que corrían habitualmente por el lugar de esparcimiento.

Las mujeres, lejos de arredrarse-ante la visión de las partes del ejecutivo, se abalanzaron sobre él y le- capturaron cuando tenía los pantalones aún bajados.

Pero, ante delitos sexuales, el caso de colaboración ciudadana más notable corrió a cargo de Ramón Moreno Pardo, de 34 años, conductor de autobús urbano. El 18 de marzo, Moreno hizo historia en la línea 86 de la EMT.

El vehículo de transporte cruzaba la calle Real de Pinto con 24 personas dentro, cuando se escucharon gritos: "¡Tú a mi hija no la sobas, desgraciado! ¡Te voy a matar!".

Moreno supo entonces que, otra vez más, había subido al autobús el obseso de la línea 86. Y le preparo una sorpresa. Desvió su trayecto, se saltó las paradas y no abrió las, puertas hasta parar delante de la misma entrada de la comisaría de Usera. Allí entregó al asombrado -y frustrado- obseso sexual. Ésa fue su mala pata.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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