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FELICIANO FIDALGO Sotogrande: lujo interior

La ficción busca patria...".Sotogrande limita al norte, al sur, al este y al oeste, con el silencio. Y con un estilo. Son 1.800 hectáreas declaradas por el buen gusto como una reserva universal de verde, de palmeras, de alcornoques... El jazmín alborota todos los sentidos con su fragancia ensoñadora. Cuando al anochecer, en puerto Sotogrande, alguno de los 3.000 residentes de los 365 días del año se deja llevar desplazándose por el entorno portuario que limita con el hotel Club Marítimo, entorna los ojos para apreciar más a las señoras que llegan con una ramita en la mano que huele a dama de noche y toman una copa o saborean una creación en Cabo Mayor.

Sotogrande está cerca de Marbella, pero es el universo de lujo que ni se esconde ni se vocea; está a pocas leguas de Ronda y de Tarifa y de Gibraltar. El mar Mediterráneo lo abraza para que sea más paraíso; y está surcado por el río Guadiaro, y limita con el pueblo de idéntico nombre que, a su vez, es pedanía de San Roque, municipio del que depende. Es lo único que duele una pizca: que de Sotogrande digan los catastros y demás burocracias que es una urbanización, invento tantas veces dudoso por apadrinado por los nuevos ricos de los chalés adosados; Sotogrande es principio y fin de un libro de lujo y de silencio que un día enamoró a su alteza real el Aga Khan, y otro al ex presidente americano George Busch, y otro a Antonio Garrigues Walker, y otro al ajedrecista Kasparov.... hasta que Jaime Ortiz Patiño, nieto del boliviano Simón Patiño, el millonario de resonancia en todos los continentes, compré el club de golf Valderrama.

Apartir de este segundo, los 32 años de vida de Sotogrande escriben un capítulo mayor de su ser; y los chalés estilo cortijo, con jardín y piscina; y la leyenda de las moradas con puerto de atraque individual; y la vida de otras viviendas siempre definidas por el diseño y el espacio; y el sueño de las nueve islas y varias riberas que se nombran ribera del Candil, isla del Volador, ribera del Serranito, ribera de la Luna, isla de la Doncella... Patiño y su marchamo han tenido que ver para que en Sotogrande, en 1997, se celebre la Ryder Cup, esto es, el campeonato mundial de golf entre Europa y América. Por primera vez en la historia, el acontecimiento deportivo que sigue a las olimpiadas y al mundial de fútbol saldrá de las islas británicas y de Estados Unidos. Será un. homenaje al relumbrón de la España golfista, es decir, a la proyección mundial del golf que, con sus palos, han favorecido los Ballestero y Olazábal. Treinta mil personas vivirán en carne viva la evolución del golfismo mundial; y 300 millones de telespectadores correrán con sus ojos por los campos de golf más calificados de toda la Europa continental: tres de 18 hoyos aptos para la competición internacional y cuatro de nueve hoyos.

Sotogrande es La Moraleja madrileña, pero más grande y con mar. El 40% de. los privilegiados con chalés enterrados en la sensación de paz absoluta son ingleses; otros tantos son madrileños; y hay vascos y sevillanos y llanitos de Gibraltar; y hay club privado, y escuela de golf dicha La Cañada para niños y mayores, ricos o dependientes de tienda. En este atardecer, el puerto, escoltado por edificios respetuosos de las alturas y de los volúmenes, rezuma nostalgias venecianas; desde aquí se percibe la cultura de los pueblos blancos andaluces, como Gaucín, Casares. Todo lo imaginable es un don de Sotogrande. Y está al alcance de todos, que así lo reza un lema que se lee de paso por la N-340.

Para vivir aquí sólo hay que saber amar un cierto lujo íntimo.

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