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Induráin inicia el asalto al récord

E1 navarro probará desde mañana en Anoeta el desarrollo para el intento de la hora

A las tres de la tarde, en Aranda de Duero, el sol caía devastador. Pero la gente iba tomando posiciones detrás de las vallas. El mismísimo Induráin iba a llegar a Aranda. Llegó un corredor, otro, varios más, to dos... El clamor estalló: "¿Pero dónde está Induráin?". Induráin viajaba ya camino de Pamplona. Al paso por Nieva se bajó de la bicicleta, se montó en el coche de Unzué, uno de los directores de Banesto, y le dijo: "A casa". Era su adiós a la carretera. Se había acabado la preparación sobre el asfalto. A partir de mañana espera la pista. En San Sebastián hará los primeros ensayos; si todo va bien, el 3 de septiembre, en Burdeos, intentará el récord mundial de la hora.

"Va a ser un intento", repite Mínguez, el director del Banesto, que llegó con los corredores del equipo a Aranda de Duero, término de la cuarta etapa de la Vuelta a Castilla y León. "Yo no hago más que leer que Induráin va a hacer el récord mundial de la hora, y sí, todos creemos que lo va a conseguir, pero aun no se ha metido ni siquiera en una pista para hacer las primeras pruebas. ¿Y si no logra adaptarse? ¿Entonces, qué? Porque no es lo mismo correr por una carretera, donde tú eliges el trazado, que sobre la línea de un circuito de la que no puedes salirte ni un milímetro. Así, durante una hora, y siempre dando vueltas. Sobre la mesa, sí, puede hacer el récord, pero sólo se sabrá con seguridad si logra adaptarse a la pista".

Conseguir la postura

Induráin ha aprovechado las peculiaridades de la Vuelta a Castilla y León para realizar la adaptación a la postura que tendrá que mantener durante el asalto al récord. En esta Vuelta un ciclista se puede retirar y salir en la siguiente etapa; ideal para Induráin, porque así podría rodar y cuando se cansase bajarse de la bicicleta. Lo hizo el primer día, después de 140 kilómetros; el segundo aguantó los 170 de la etapa completa; el tercero ganó la contrarreloj de 27 kilómetros (a una media de 50,8 kilómetros). Para conseguir el récord mundial de la hora hay que mover un plato muy grande (entre 55 y 58 dientes) y para ello se hace necesario adoptar esa postura, a la que no se tiene costumbre. La adaptación ya está conseguida. Ahora hay que meterse en la pista. Lo hará mañana y pasado en el velódromo de Anoeta, en San Sebastián, sobre un modelo idéntico al que utilizará el día del récord en Burdeús (seguramente por Canal +). Se trata de probar con qué desarrollo lo intentará. Puede ser con un plato de 55-58 dientes y un piñón de 13-15. Es una decisión que tomará el mismo ciclista, según las sensaciones que tenga. Uno le puede agarrar en exceso a la pista y otro le puede resultar demasiado rápido.Y después, seguramente, a Burdeos. El lunes comenzará su adaptación a la pista, que es la fase clave. La forma ya la tiene, la potencia también, expresada en el desarrollo que haya elegido. Faltará saber si es capaz de no salirse de la raya durante las 212 vueltas que tendrá que dar a la pista para recorrer 53 kilómetros en una hora. Cada vez que en una curva no logre neutralizar la fuerza centrífuga se saldrá de la cuerda y hará unos centímetros de más. La suma de todos ellos supondrán una propina de metros que no se contabilizarán a la hora de saber cuántos kilómetros ha hecho en una hora, porque sólo se contabilizarán las vueltas por su recorrido más corto, no la distancia real hecha, igual que sucede en atletismo, donde los atletas de 800 metros en adelante siempre hacen de más en cuanto corren por las calles exteriores.

Esta por ver si Induráin consigue esta adaptación. Capaz es de rodar a 53 kilómetros por hora, pero no se sabe si también en estas circunstancias. Los números salen, porque el récord es cuestión de matemáticas.

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