_
_
_
_
Reportaje:

La mecha del polvorín prende en Chechenia

Rusia se enfrenta a su historia en una frontera, al norte y al sur de las montañas del Cáucaso, que amenaza con guerras y secesiones

El norte del Cáucaso, talón de Aquiles de la Federación Rusa, siempre ha sido un polvorín, pero las probabilidades de que estalle y suma a Rusia en una guerra de graves consecuencias han aumentado bruscamente en los últimos días, debido a la explosiva situación en Chechenia, república rebelde que declaró su independencia de Moscú en 1991. Ayer mismo, el presidente checheno, Dzhojar Dudáiev, decretó la movilización general de los varones para poder defenderse del enemigo ruso. La medida puede afectar a medio millón de hombres, sobre una población total de entre 1,2 y 1,5 millones de personas.El Cáucaso del Norte ha tenido des de hace siglos una gran importancia estratégica para el Kremlin, pero ésta ha aumentado después de la desintegración de la URSS, pues como consecuencia de ella, Moscú perdió el Cáucaso del Sur, conocido como la Transcaucasia, donde han surgido tres países independientes: Armenia, Azerbaiyán y Georgia. En realidad son más, si se cuenta a Abjazia y Osetia del Sur, que formalmente pertenecen a Georgia, pero de hecho son soberanos, y al Alto Karabaj, que formaba parte de Azerbaiyán.

El norte del Cáucaso está habitado por una cincuentena de pueblos montañeses que se resistieron ferozmente a la colonización por parte de la Rusia imperial y que difieren de los rusos en cultura y religión (la mayoría son musulmanes). Además de Chechenia, la región del norte del Cáucaso la forman las repúblicas de Adigueya, Daguestán, Ingushetia, Kabardino-Balkaria, Karachay-Cherkessia y Osetia del Norte, más las provincias rusas de Krasnodar, Rostov y Stávropol.

Los zares se apoderaron formalmente del Cáucaso -incluida Transcaucasia- después de las guerras del siglo XVII y principios del XVIII contra Irán y Turquía. "La subyugación y pacificación del Cáucaso que siguió es una historia de robo colonial, de crueldades, asesinatos y saqueo de las nacionalidades caucásicas. Pueblos enteros fueron deportados al norte. u obligados a emigrar a Turquía; las tierras que les quitaron a ellos fueron entregadas a los cosacos y a los nobles rusos". Así interpretaba la primera Pequeña Enciclopedia Soviética la conquista rusa del Cáucaso y la derrota de los montañeses después de 40 años de resistencia.

El poder soviético dio autonomía a los pueblos caucásicos, pero luego hizo suyas las aspiraciones imperiales de sus antecesores, revisó el papel de Rusia como conquistadora de la zona y aplastó todo signo de nacionalismo, consiguiendo congelar, pero no eliminar, durante más de 60 años, las contradicciones . que existían entre los diferentes pueblos de la región.

Su primera fisura se produjo en el Cáucaso del Norte, también después de la disolución de la URSS, en 1991, cuando Chechenia, dirigida por el general de aviación Dzhojar Dudáiev, se rebeló y proclamó su independencia. Pero Chechenia no es el único foco de tensión en esta zona estratégica, donde desde hace siglos han chocado los intereses de Rusia, Turquía e Irán.

Como en la Transcaucasia, en el norte del Cáucaso hay contradicciones interétnicas y ya hubo enfrentamientos sangrientos entre los osetios y los ingushes (a finales de 1992), que fueron detenidos con los tanques rusos y la imposición de un estado de excepción todavía vigente.

En cualesquiera de las repúblicas norcaucásicas esta situación se puede repetir. Daguestán, por ejemplo, con su cuarentena de nacionalidades, puede convertirse en un gran campo de batalla. También hay tensiones entre los kabardinos y los balkarios, entre los karachui y los cherkesos, etcétera.

Sin embargo, la mayor amenaza en estos momentos no es de carácter interétnico, sino político, y la representa Chechenia. Rusia no desea aceptar su independencia -a pesar de la opinión del gran escritor Alexandr Solzhenitsin- porque ello crearía un precedente peligroso. El Kremlin tiene tres opciones: una intervención militar, una intervención siguiendo el modelo de Georgia en la época de Zviad Gamsajurdia o llegar a un acuerdo con Dudáiev. La última posibilidad es la más remota en estos momentos, y la segunda es por la que, al parecer, Moscú ha apostado por ahora: apoyar a la oposición y provocar la caída de Dudáiev con ayuda de los ex apparátchiki del régimen soviético en Chechenia. Pero la primera posibilidad no está descartada, a juzgar por diversas declaraciones de políticos cercanos al presidente ruso y algunos artículos de influyentes analistas, y por eso vale la pena insistir en las consecuencias que podría tener una intervención militar directa en Chechenia.

La mayoría de los grupos de oposición se unirían a Dudáiev para resistir a los rusos. Y esto tiene su explicación: si el general zarista Alexéi Yermólov opinaba que había que matar a todos los chechenos, el régimen comunista casi lo consiguió cuando los expulsó de sus, tierras natales. ¡Seiscientos cuarenta vagones de carga partieron de Grozni en febrero de 1944 llenos de chechenos e ingushes con destino a Siberia y Kazajstán, donde más del 50% de ellos murió! Las aldeas montañesas difíciles de evacuar fueron destruidas: sus habitantes murieron quemados, bombardeados o ahogados en algún lago cercano.

Pero incluso después de conquistar Grozni -lo que quizá no sea tan fácil: los chechenos tienen experiencia combativa reciente, pues ayudaron a los abjazos a derrotar a los georgianos- la guerra puede no terminar: 300.000 chechenos viven dispersos por la Federación Rusa y muchos de ellos podrían elegir el terrorismo para vengarse. Blancos del terrorismo en la misma Chechenia pueden ser el ferrocarril que une a Rusia con Azerbaiyán, los oleoductos o las refinerías, y en Rusia, desde arterias de comunicación hasta plantas nucleares.

El granero de Rusia -la zona de Kubán, en Krasnodar- puede asimismo convertirse en campo de batalla entre los chechenos y los cosacos (rusos descendientes de la casta militar de los colonizadores del Cáucaso). Por último, el aplastamiento de los chechenos puede también despertar recelo en los otros pueblos caucásicos y poner en tela de juicio el papel pacificador que Rusia desea desempeñar en la zona, además de aumentar la influencia de Turquía sobre los pueblos musulmanes de la región.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_