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Entrevista:MUJERES

"Hay que cambiar y adaptarse a los tiempos"

Rosa Montero

Paca Sauquillo debe de ser uno de los últimos ejemplares de progre puro que quedan en el mundo. La posmodernidad ha pasado por ella sin tocarle ni uno solo de sus hermosos cabellos blancos, brillantes y espesos como un casco. Nada más llegar a su casa te llena de panfletos: unas hojas sobre la campaña de solidaridad del terremoto de Colombia, el último número de Tiempo de Paz, la revista del MPDL, el movimiento que ella ha fundado... Ya he dicho que es una progre pura: no confundir con el especimen del intolerante acartonado, de aquel que se sienta sobre sus viejas ideas muertas con quietud de lagarto. Paca no. Paca no hace más que moverse, mental y físicamente: "Martín Toval decía que yo tenía el don de la ubicuidad. Decía: 'Esta chica esta en todos lados'. Pero ahora, con lo de Europa [es uno de nuestros nuevos europarlamentarios, iba la segunda en la lista del PSOE], quizá no tenga más remedio que centrarme".Siempre ha tenido una capacidad de trabajo abrumadora. Hasta hace muy poco era senadora y diputada de la Comunidad Autónoma de Madrid, además de sus otras labores de fina fajadora en causas difíciles. Pertenece a la Universidad de la ONU por la Paz en Centroamérica, a la Asociación de Mujeres por Europa, al Movimiento por la Paz el Desarme y la Libertad (MPDL), que lleva adelante proyectos de cooperación y ayuda humanitaria en Bosnia, en Burundi, en Zaire, en Colombia... "En todas trabajo gratis y todas se llevan tiempo... Sobre todo el MPDL, ése me lleva muchísimas horas, tantas como mis otros trabajos, empleo en ello todo mi tiempo libre".

No sé cuándo habrá tirado Paca su reproducción del Guernica a la basura, pero seguro que ha sido hace muy poco. Vive cerca del parque del Retiro, en una buena zona de Madrid, en un piso no muy grande que le compró su madre para casarse y que sirvió, en sus comienzos, para todo tipo de conspiraciones antifranquistas, cuando Paca estaba aún en la ORT, un partido de extrema izquierda, "era marxista-leninista pensamiento Mao Tsetung, fijate qué denominaciones que nos buscábamos". El piso debe de estar más o menos igual que por entonces, lleno de papeles y de libros, con muebles viejos y polvorientos, mesitas bajas que parecen sacadas de la antesala de un dentista de barrio y una araña de cristal, probable herencia de familia (tanto ella como Jacobo, su marido, eran de lo que se llamaba clase bien), colgando absurdamente de un techo tan bajo que no hay más remedio que estamparse la frente contra ella. El descuido por la apariencia es tan evidente que se diría que es cuestión de principios: es una casa fea, pero viva, felizmente habitada. En una esquina, Charly, el loro, metido en una jaula, dice papá y mamá.

Sauquillo es hija de militar, aunque su padre murió cuando ella tenía 13 años. Paca se hizo roja por la vía de los católicos de base, como era muy común en esa época. En su librería están las obras completas de Mao, claro, y también las de Kim Il Sung, cuatro tomos no abiertos; y una balda entera de teólogos progresistas como Küng, una colección de misales antiguos, las actas del Concilio Vaticano II, un volumen de comentarios a la Mater et Magistra... "Empezabas discutiendo por qué no existía en España la libertad de culto y terminabas preguntándote por qué no existían las libertades sindicales". Así es que cuando terminó la carrera se puso a visitar los barrios miserables; pero, en vez de llevarles calcetines, como las damas católicas del ropero, ella llevó despachos laboralistas. Y, así, trabajó en el Pozo del Tío Raimundo (con el padre Llanos), y en Palomeras, y en Orcasitas, utilizando las iglesias como centros de reunión y la colaboración de los curas progres de la zona. Era 1965 y en Madrid había 30.000 chabolas. Ese mismo año montó la primera asociación de vecinos de la ciudad: fue en Palomeras Bajas, para defender a la gente de un intento de desalojo. Poco después llegó la militancia clandestina. Montaron la ORT, un partido prochino, porque "no estábamos de acuerdo con la revolución rusa, nos parecía demasiado burocratizada, y en cambio lo de la revolución cultural china nos parecía estupendo, figúrate. Claro, en realidad no sabíamos nada de lo que sucedía dentro de China". En 1979, cuando se presentó a la alcaldía de Madrid por su partido, Pedro Altares, le preguntaba en una entrevista si participar en las elecciones no era dejar los idea les revolucionarios y practicar el posibilismo, y ella contestaba: "Evidentemente, yo estoy por la revolución en el sentido de que la clase obrera llegue al poder, pero eso tiene diferentes etapas".

Ahora le recuerdo la cita y se parte de risa: "Es verdad, yo me creía eso. No sé, teníamos claro que había que hacer la revolución y pensábamos que la gente estaba por ello, aunque, por otra parte, yo era también bastante realista, porque trabajaba como abogada y estaba en contacto con la gente. Fue un choque muy grande no salir en las elecciones, porque nosotros éramos los que estábamos dando el callo en los barrios, y no nos parecía posible que luego en Vallecas, por ejemplo, votaran más a UCD. Y es que la gente nos apreciaba y confiaba en nosotros, pero para trabajar, porque después votaban a otros. Por eso, como no teníamos vocación de partido residual, nos disolvimos en 1980. Ahora, a veces, la gente, un taxista, por ejemplo, me dice: 'Usted ha cambiado, ahora es más de derechas'. Y yo le contesto: '¿Pero usted por quién votó?'. Porque la sociedad española no apoyaba aquel proyecto".

Habla de su pasado de militante radical con la tranquilidad de quien nunca ha sido fanático. En 1979, por ejemplo, tuvo problemas con compañeros de partido al integrarse en el comité pro liberación de Javier Rupérez, secuestrado por ETA entonces: "Quizá el estar en contacto con la realidad me hacía más flexible, o a lo mejor es una forma de ser, siempre que veo a alguien muy seguro de algo me entra la duda. La gente de entonces te puede decir que yo discutía bastante en las reuniones, pero en seguida me decían que ésos eran prejuicios pequeño-burgueses propios de mi ascendencia pequeño burguesa, y yo... pues al final lo aceptaba, supongo, por mi sentido de culpa pequeño-burgués". Ni si quiera el asesinato, en 1977, de su hermano Javier Sauquillo, también abogado, cuando unos pistoleros de extrema derecha asaltaron un despacho laboralista del PCE en lo que se conoce por la matanza de Atocha, radicalizó su visión política: "¿La muerte de Javier? Es uno de los sucesos más impresionantes de mi vida. No ha pasado ningún día, desde entonces, que no lo recuerde".

De cualquier forma, en los setenta Paca era muy roja. Demasiado, sin duda, para el entorno tan tradicional de donde salía: "Sí, que yo fuera de la ORT fue un choque brutal, y no ya para mi familia, para mi madre, sino para todo el mundo, para el ambiente, para mis compañeras del colegio, yo había ido a las ursulinas... 'Pero esta chica, qué le habrá pasado'. Y cuando me conocían se quedaban alucinados, porque yo estaba casada con el mismo novio de la facultad, tenía una vida normal, y no les cabía en los esquemas que una roja fuera así, como a nosotros no nos cabía en los esquemas entonces que pudieras ser de derechas y buena persona". Y es que Sauquillo siempre ha tenido aire de madre de familia aun antes de ser madre (lo fue más o menos tardía y tiene dos hijos de 14 y 15 años), un aspecto irremisible de señora formal.

Paca se casó en 1969, por la Iglesia y de blanco, aunque con traje corto, "y en una ceremonia típica progre a la que asistió desde el ministro del Ejército de entonces a gente de Comisiones Obreras, uno de ellos tocando la guitarra, y en la homilía citamos a dos compañeros que estaban en la cárcel y hablamos de la muerte de Ruano; los invitados de derechas no debían de salir de su asombro, ahora pienso que por qué motivo teníamos que montar ese número, con no habernos casado hubiera bastado". Sigue siendo creyente aún hoy, "pero no católica en el sentido de la Iglesia oficial. Y era también creyente en la época de la ORT, lo cual era rarísimo. Aunque te diré que es algo que la gente sigue discutiendo. Yo creo que es un tema muy personal".

Ahora, hace tres meses, ha entrado en la ejecutiva y en el comité federal del PSOE ("no pude decir que no, en un momento dificil como éste"), aunque, siendo tan austera y batalladora como ella es, ha vivido "bastante mal" los fastos y escándalos económicos asociados con los socialistas en los últimos años: "Pero no era sólo el partido, sino toda la sociedad la que valoraba más el éxito económico que el trabajo de base". Claro, sí, admite enseguida: fue un "error espantoso" no haber investigado hasta el fondo cuando aparecieron las primeras denuncias, a finales de los ochenta. "Era una política de cerrar filas", explica. Pues ahora da la sensación de que no querían investigar porque tenían demasiadas cosas sucias que esconder, le digo. "No, no, creo que no es eso. Bueno, no sé, llega un momento en que ya no sabes, ahora entra la duda por todo, ¿verdad?, pero sinceramente creo que fue una política equivocada de cerrarse en banda para no dar opciones al enemigo".

Aquí está, en fin, dispuesta a aportar su grano de arena en la ejecutiva del PSOE, lo cual consiste fundamentalmente en hacer y decir las cosas de otro modo, en "cambiar y adaptarse a los tiempos". Y si alguien, incluyéndose ella misma, no tuviera flexibilidad suficiente para llevar adelante ese nuevo discurso, si alguien ya no tuviera nuevas ideas, entonces tendría que dejar paso a otras personas. ¿La presidencia? Debería ser limitada a dos o tres mandatos como mucho. Renovarse o morir, parece decir esta mujer hiperactiva a la que el trabajo de base mantiene en el filo de su época. Hace un calor horrible, el loro refunfuña, Paca nos ofrece café y, como no queremos tomar nada, insiste unas diez veces. Santos, el fotógrafo, consigue sentarla y hacerla posar con aire relajado. "Es la foto más mentirosa que he visto -en mi vida", dice Jacobo, el marido, con aire resignado: "Jamás la he visto así. Nunca descansa".

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