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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¿Dónde estaban?

Es la anónima historia de un soldado -de muchos en realidad-, Manuel S. P., que nunca había estado en Moratalla ni en sus montes. Estaba haciendo la mili en Cartagena.Cuando le llamaron a filas no se opuso; es cierto que sentía cierta prevención, hablan tan mal de la mil¡ que tenía cierta desconfianza. Hizo su periodo de recluta. A su jura de bandera fueron sus padres, su hermano menor y su chica. La verdad es que se emocionaron, pero no lo dijeron, ocultaron sus sentimientos por un poco de vergüenza ajena. Ahora hacía su servicio militar sin pena ni gloria. Muchos fines de semana iba a su casa, y allí no contaba ni penas ni disgustos ni abusos. A él no le pasaba nada. Cumplía sus servicios, hacía sus guardias y aguardaba el final para volver a su trabajo de albañil, aunque él servía

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para más cosas, pero no está el trabajo para despreciar ninguno. Pero el martes 5 de julio les dijeron que los llevaban a ayudar a apagar un incendio en los montes de Moratalla. Es malo esto de quemarse los montes. Nuestros montes, aunque sean de otros. En. los camiones fue todo lo que quedaba de la compañía -algunos estaban de permiso- y los mandos. Todos.

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Les dijeron que tenían que ayudar. Que ésa es una de las misiones de los ejércitos: sacar de apuros a los ciudadanos cuando todo falla.

No llevaron armas. El uniforme de trabajo con la bandera cosida en la manga izquierda y la voluntad decidida de echar una mano. Temperaturas de más de 50 grados, humo, trabajo a destajo, pocos medios... Había que hacerlo porque aquella tarde la gente de Moratalla lo necesitaba. Y lo hicieron tres días seguidos, hasta que estuvo dominado. Sin pluses, sin turnos sin nocturnidad, sin contar las horas que echaban. Simplemente, había que hacerlo.

Se lastimó un brazo, apenas un arañazo. No le importó. Había que ayudar a otros porque estaban en la mili. Había sido útil. ¿Dónde estaban aquellos que objetaron porque no querían que en ellos mandara nadie? Como si en la vida no nos obligaran cada día a hacer mil cosas: circular por la derecha, hacer un stop, fichar al entrar al trabajo, echar las basuras en un sitio concreto...

Apagar el fuego de Moratalla no se lo pagarán nunca. Fue gratuito. Además, no habría dinero para pagarlo. Ayudar es de las cosas que no tienen precio.- Julio Rivera Rocamora.

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