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TOUR 94

Tras Induráin y sus 'Teloneros', el vacío

La subida al temible Mont Ventoux confirma que la carrera quedó seleccionada en los Pirineos

La cima del Mont Ventoux confirmó la sentencia que dictaron los Pirineos: en el Tour no hay más actores que Induráin y el trío de franceses que actúan de teloneros en cada etapa, más Pantani y el aventurero de turno. Tras este corto plantel, no queda nadie, viene el vacío. La carrera entra hoy en los Alpes y encadena en los siguiente días cumbres míticas del ciclismo. Lo de ayer no fue más que el prólogo.Al escenario donde se havivido la mayor tragedia del Tour no se atrevió a subir más que un gladiador, el imponente Eros Poli, de 1,96 metros de estatura. Fue el único que aceptó el desafío del Mont Ventoux; mientras los demás se refugiaban en un pelotón acobardado que rodaba a menos de 30 kilómetros por hora, él se fue en busca de esos 22 kilómetros de carretera cuesta arriba, donde un ciclista, Tom Simpson, murió colapsado en el Tour-67.

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Casi media hora, de ventaja concedió el pelotón a Poli (a 1 h 22m 21s del líder) en los 120 kilómetros que duró su aproximación en solitario hacia las laderas del Mont Ventoux. No hubo más valientes; ni siquiera entre aquellos que, examinando lo que se avecina, tendrían que mantener intactas las esperanzas de ganar el Tour. Pero no intentaron vencer a Induráin en el Mont Ventoux, ni siquiera recortar la diferencia en cinco minutos, o en uno tan sólo. Están entregados a su superioridad.

Tal es así que dejaron en manos del equipo del líder que marcara el ritmo. Seis banestos delante, Induráin a continuación y dos banestos más cerrando la escolta expresaron el dominio absoluto del líder en la carrera. Hasta que les tocó salir a escena a los teloneros, subiendo ya Mont Ventoux. Pantani que se va, Leblanc que le acompaña, porque sólo le saca tres minutos y medio en la general, y ya está en marcha la riña diaria por ver quiénes acompañarán a Induráin en el podio.

Los escarceos diezmaron el pelotón; también, la subida sin un metro de descanso y con tres rampas al 14%. Induráin tuvo que tirar de De las Cuevas, Conti, Virenque, Lino y Leblanc, que más tarde se les unió para intentar, entre todos, coger a Pantani. El líder puso firme al grupo. Resulta que tiraba él sólo cuando Pantani (a 11.55 minutos en la general) le daba igual, mientras los tres corredores del Festina iban a remolque y eran los más interesados en que el escapado no se distanciara, pues Virenque y Leblanc defendían una ventaja de 3.59 y 3.20 minutos, respectivamente. Inmediatamente, los afectados tomaron el relevo.

No fue el único detalle de Induráin en la etapa. Llegando a la meta quiso escaparse del grupo Conti, que no había dado ni un sólo relevo en toda la ascensión. Induráin se puso de pie sobre la bicicleta y salió disparado tras él. En dos segundos le alcanzó, se puso al lado y le fulminó con la mirada. Conti, sumiso, frenó y aceptó el reproche.

Un líder que ejerce tal autoridad es intocable. Y así se acepta por los rivales, esté por delante el Mont Ventoux o el mismísimo diablo, en cuya cima debe vivir por el aspecto tan desolador y desconcertante de la cumbre. Nadie atacó a Induráin, porque la referencia continua de Pantani es el trío de franceses y la travesía de Poli por el pedregoso desierto de la cima no tenía más objetivo que vencer el reto con la gloria. Sus 25 minutos de ventaja se convirtieron en cinco, que ya mantuvo hasta la meta. Detrás, nada cambió. Pantani desistió, el grupo se tranquilizó y por detrás conectaron algunos corredores que se habían quedado en las faldas del Mont Ventoux. Así que después de hora y cuarto de ascensión, tan temida montaña no sirvió para alterar en un solo segundo la clasificación general en sus seis primeros puestos.

Echávarri, director principal del Banesto, manifestó tras la etapa que la situación era mucho más clara, tras haber superado una "cima psicológica". Induráin, que en el Tour-87, en el que se había subido por última vez el Mont Ventoux, en una cronoescalada, perdió 15.48 minutos con Bernard, el vencedor, superó un momento delicado en el descenso, cuando derrapó en una curva y le dio tiempo a apoyar el pie en el suelo para mantener el equilibrio y no salir despedido a la cuneta, donde comenzaba un terraplén.

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