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TOUR 94

Una carrera en la que hay que cuidarse

Los corredores perdieron ayer unos siete litros de agua por el sudor, a litro por hora de carrera, más o menos. Es una barbaridad si no se recuperan, pero para eso están los médicos, que todos los equipos los tienen. El ciclista no bebe sólo agua, rara vez lo hace, pues los bidones esconden unos preparados con todos los minerales que se pierden con el esfuerzo. ¿Entonces, por qué el agotamiento que ha conducido a tantos abandonos? Todo indica que son debidos a la imprudencia y a la ambición.El Tour es una carrera de fondo, en la que se pagan los derroches. Boardman fue un cohete en las primeras etapas y ya no está, Chiappucci disputaba hasta los puertos de cuarta categoría y acabó vomitando en una cuneta, Rominger hizo más rápidos que Induráin los últimos 10 kilómetros de la contrarreloj y a partir de ahí comenzaron sus problemas, Durand ganó una etapa escapado y días después se retiraba. La epidemia que diezma el Tour es de fatiga.

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"Se están pagando los excesos", comenta Eusebio Unzue, director del Banesto. "Los corredores han sido generosos en la entrega, sobre una prueba que está resultando durísima, con etapas casi siempre por encima de los 200 kilómetros. Encima está haciendo mucho calor, más que otros años". Hay, sin embargo, dos equipos, precisamente los que se están empleando con mayor entrega (Banesto y Festina) a tenor de la clasificación, que no sufren las consecuencias del esfuerzo.

La ingestión de bebidas frías y gaseosas están contraindicadas para los ciclistas, según acaban la etapa.

También el aire acondicionado es un tradicional enemigo para el corredor, al que éste, a veces, desprecia. Los médicos de los equipos ya tienen la precaución de pedir habitaciones sin aire acondicionado, pero hay corredores que se las ingenian para dormir frescos. Zamana, el polaco del Kelme, el pasado sábado, cuando en Albi se registró la mínima nocturna, 31 grados, más alta del siglo, puso el colchón en el suelo, frente al minibar, vació la nevera de bebidas y metió los pies dentro. Así pudo dormir cuatro horas.

Induráin no tiene tales descuidos, es más, procura abrigarse bien después de cada etapa, cuando su sudoración le empapa hasta los pies. Rominger, por supuesto que también cuidaba estos detalles. El suyo fue otro problema que ahora ha trascendido. Sus pulsaciones iban cuando rodaba en el pelotón a 170 por minuto, en lugar de 140/150. Además, en la etapa de Luz Ardiden estuvo pedaleando durante dos horas por encima de su umbral anaeróbico, cuando en todo el Tour del año pasado no lo hizo más que durante 30 minutos.

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