Pequeña gran sociedad / 1
"Las pequeñas sociedades forman grandes equipos", sentenciaba el titular de un trabajo escrito por Menotti en la revista argentina El Gráfico, hace ya bastantes años. Las pequeñas sociedades son parejas de jugadores que se entienden, se compenetran, adivinan el uno las intenciones del otro, se favorecen- de esa identificación y gracias a eso van más lejos juntos que separados, y llevan más lejos a su equipo. Por ejemplo, Pelé y Coutinho, o Rial y Gento,_ o Michel y Butragueño, o Laudrup y Beguiristáin... O Bebeto y Romario. Bebeto (José Roberto Gama de Oliveira, El Salvador de Bahía, 16-II-64) está en España gracias a Augusto César Lendoiro, que supo convencerle, con el reclamo del clima y el mar, para que fichara por el Deportivo y desestimara una oferta del Borussia de Dortmund. La verdad es que a Bebeto jugar en Alemania no le hacía mucho tilín; ya tuvo una oportunidad, años atrás, de fichar por el Bayern de Munich, pero no quiso, por temor al frío. Ya en La Coruña, descubrió que lo del mar era verdad, pero que lo del buen tiempo no tanto. Que no se puede ir a la playa tanto como a él le hubiera gustado. Pero no se. enfadó. Vive feliz, casi siempre en casa, se deja ver poco por la calle, a bordo de un deportivo que luce con gesto infantil, recibe continuamente visitas de familiares más o menos necesitados que hospeda en su casa y es el ídolo de todos los niños de, La Coruña. En las tiendas de deportes se venden continuamente camisetas de tallas pequeñas con él número 11. Con 30 años cumplidos, aún parece un juvenil, en el, rostro y en el gesto.
De niño quería ser Zico y jugaba en el medio campo, hasta que un entrenador inteligente decidió que su astucia y su pegada al balón (más fuerte de lo que su apariencia podría indicar) podrían ofrecer mejor provecho más arriba. Y ahí ha desarrollado su carrera, en El Salvador de Baía, el Flamenco, el Vasco de Gama (donde fue para cubrir el hueco que dejaba el traspaso de Romario al PSV Eindhoven) y el Deportivo. Y, por supuesto, Brasil.
Romario y Bebeto ya dieron que hablar en los JJOO de Seúl, aunque se quedaron en la plata. En Italia-90 una lesión limitó la participación de Bebeto a un solo partido, con Costa Rica. Ahora esta pareja ha constituido el lujo del Mundial. Piensan al tiempo, se encuentran sin buscarse y cada uno sabe estar donde le necesita el otro. Por separado son imponentes, pero juntos multiplican su valor.
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