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TOUR 94

Induráin recupera su estilo

Sin lanzar ningún ataque, distanció en tres minutos más a Rominger en la etapa reina de los Pirineos

Miguel Induráin ya gana batallas aún perdiéndolas. Pero el Tour que disputa nada tiene que ver con el ¿le los demás. Su llegada a la meta de Luz Ardiden no fue brillante, porque Virenque llevaba ya siete minutos esperando, y unos cuantos corredores más algo me nos, y sin embargo fue más líder que nunca. Salió de la etapa con 4.47 minutos de diferencia sobre Rominger y la acabó con 7.56. El rival volvió a desfallecer y su segundo puesto comienza a peligrar. Todo apunta a que no acabará el Tour.Induráin fue consecuente con el objetivo que persigue, ganar su cuarto Tour, e hizo justamente lo que anunció el día anterior: evitar desgastes innecesarios. Sacó la calculadora energética, echó cuentas y mandó al equipo que pusiera una velocidad de crucero que no representara mucho gasto. Renunciaba a obtener diferencias escandalosas, a establecer el récord de ventaja en el Tour (28.27 minutos de Coppi a Okkers en 1952) o, simplemente, a regodearse de su superioridad.

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Con tal prudencia no se pueden ganar etapas en el Tour, sobre todo en un recorrido como el de ayer, hecho para quien quisiera tentar a la suerte, y en el que quien más puntos obtuviera en las cumbres recibiría un premio especial de 1,2 millones de pesetas. Eran primero cien kilómetros de toboganes y, a continuación, subida al Peyresourde, bajada, subida al Aspin, bajada, subida al Tourmalet, bajada, y subida final a Luz Ardiden. Total, 51,6 kilómetros de ascensiones encadenadas, o sea, dos horas con el corazón a 180 pulsaciones por minuto. Una etapa para consagrarse, o bien para ganar o perder el Tour definitivamente.

No merecía la pena correr riesgos. Es la personalidad de Induráin, que prefiere sepultar el orgullo asegurar. Dejó que otros conocieran la gloria. ¡Siete minutos le sacó Virenque! El chico, nacido en Casablanca hace 24 años, consiguió la tercera victoria consecutiva del ciclismo francés, rompiendo una sequía de años, y la tercera de su equipo, el Festina, en este Tour. Apostó y venció, tras iniciar la escapada en el primer puerto junto con su compañero Roberto Torres, único español en el conjunto; después coronó el segundo en un pequeño grupo de cabeza, para irse a continuación en solitario hacia la meta subiendo el Tourmalet.

Sus perseguidores, entre ellos Pantani, cómo no, tuvieron la oportunidad de entrar también por delante del campeonísimo, aunque no todos, porque alguno, como Cubino, midió mal sus fuerzas y llegó a perder toda la ventaja adquirida, superior a los cinco minutos, cuando todavía estaba fresco.

Eran tres carreras las que había sobre las cumbres de los Pirineos. Delante, quienes se enfrentaban a la gesta; en medio, Induráin y todos los rivales sometidos a su yugo; detrás, los que corrían reloj en mano para no llegar fuera de control. A Induráin no le preocupaban los escapados. Virenque y Pantani eran los más cercanos a él en la clasificación general y estaban a un cuarto de hora. Miraba más hacia su lado derecho, ligeramente atrás, donde se le había pegado Rominger. Vio que no iba bien, por eso no le atacó, porque caería fulminado en cualquier momento por sí solo. En el Tourmalet ya se descolgó unos metros y la ocasión no fue aprovechada por el líder para rematarle.

Ese ahorro de esfuerzos del líder también permitió que por delante la carrera continuara indemne, pese a que la subida de Virenque y Pantani en Luz Ardiden fuera en regresión. Induráin, imperturbable, iba a lo suyo. Rodeado de todo su equipo, a excepción de Nijboer y Mauri, hasta el Tourmalet, y luego, en Luz Ardidén, tras Bernard, su escudero de confianza en los Pirineos. En la última ascensión, Rominger volvió a acusar el esfuerzo y nuevamente se descolgó, ya para siempre. Induráin se marchó hacia la cima acompañado de los más fuertes, Poulnikov y Leblanc de nuevo.

Sin un solo ataque, ni una pedalada de más, puso a Rominger fuera de combate y aleja un poco más a De las Cuevas, el candidato francés a hacerle frente en la general. A cambio, permitió que Virenque se le acercara, pero a una distancia que no le inquieta. El problema ahora es para Rominger y De las Cuevas, que se veían acompañando a Induráin en el podio de París. Induráin ha permitido que Virenque y Leblanc se hayan metido en la lucha, mientras Pantani, fiel sucesor de Chiappuci, que no salió ayer al continuar indispuesto, reclama un lugar en el combate.

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