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Reportaje:

Último verano en Argelia

Una nueva oleada de extranjeros abandona el país a causa del terrorismo

"Veré la final del Mundial de Fútbol en Roma", decía ayer con tristeza, en los pasillos del hotel Saint George, de la capital argelina, uno de los miembros de la comunidad italiana que se disponen a abandonar en las próximas horas el país en un intento de eludir la oleada de violencia integrista, que se ha cobrado la vida de 51 miembros de la colonia extranjera.No es un caso aislado. Otros extranjeros se preparan como este italiano a dejar provisionalmente Argelia, siguiendo así las recomendaciones dadas con discreción por las embajadas comunitarias. Pero la salida de los italianos es la más significativa, ya que este colectivo parecía decidido a enfrentarse a todo tipo de riesgos e incomodidades y quedarse en Argelia, ignorando el ultimátum dado por la organización radical integrista Grupo Islámico Armado (GIA) para que los extranjeros abandonen el país.

"Argelia, como otros países en conflicto, era un excelente mercado donde se podía efectuar todo tipo de negocios y enriquecerse con rapidez, pero el precio personal que debemos pagar por ello es demasiado elevado", reconocía ayer sin muchos escrúpulos uno de estos miembros de la comunidad internacional mientras se tomaba su último whisky en la terraza del hotel Saint George.

Allí, como otros muchos extranjeros, divagaba sobre su futuro impreciso, inmerso en un clima artificial, producto de las estrictas medidas de seguridad, la suave música de jazz, el olor de los jazmínes y los estampidos siempre lejanos y aislados de los que podrían ser en su imaginación los petardos de una traca de fuegos artificiales, pero que en realidad eran disparos que se estaban produciendo en los suburbios.

Este ciudadano internacional, como a él le gusta definirse, se dedicaba desde hace varios meses a la importación de pasta, trigo y sémola, convertidos en productos de primera necesidad y generadores de pingües beneficios.

Ahora, abatido, prepara las maletas para regresar a una Europa sumida en la crisis, con la angustia de convertirse dentro de pocos días en un desempleado con una sola obsesión: seguir por los periódicos las noticias sobre el país que abandona y saber el momento preciso en que descienda la violencia y pueda regresar a su casa de Argelia.

En un sentido figurado, esta nueva señal de salida de la comunidad internacional, y especialmente de la italiana, se dio el pasado jueves 7 de julio, cuando siete marineros italianos pertenecientes a la dotación del carguero Luciana fueron degollados en el puerto de Jijel, una de las zonas más peligrosas y conflictivas del país, convertida desde hace meses en un feudo del movimiento radical integrista donde controlan las zonas rurales y asedian a través del miedo y el pánico la capital de la provincia. Pero, antes de que se produjera el asesinato masivo de Jijel, había desaparecido en la ciudad de Gardaia un técnico italiano de la base energética de Hassi R'Mel, y los pescadores de coral de la ciudad de Anaba habían recibido asimismo amenazas del GIA para que abandonen Argelia.

Con esta salida masiva de italianos quedará gravemente mutilada una comunidad internacional formada, según fuentes consulares, por 625 miembros.

Pero más significativa es aún la huida de los rusos, que años atrás formaban, junto con los franceses, el colectivo internacional más importante del país, con cerca de 15.000 personas. Hace dos años este grupo quedó reducido a 4.000 ciudadanos y, según fuentes de su embajada, ahora no superan los 625, de los que 400 se encuentran en la región de Anaba. Ayer, 45 ciudadanos rusos que trabajaban en la central térmica de Jijel llegaron a Moscú, la capital rusa.

"¿Nos veremos en el mes de septiembre?", se preguntaban ayer algunos de los técnicos europeos que colaboraban con una de las empresas estatales argelinas dedicadas a la construcción de grandes obras públicas y a los que la dirección ha preferido darles este año, y a partir de este instante, dos meses de vacaciones.

Son los nuevos protagonistas de una nueva fórmula de huida, calificada eufemísticamente por algunos observadores diplomáticos como "evacuación temporal camuflada". Los otros prefieren llamarla simplemente "vacaciones de verano".

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