¡Adios, Felipe!
Una vieja fórmula, no muy cortés, es cierto, de forzar la marcha de una visita molesta era decirle con las mejores voces y sonrisas: "Decía usted que se iba? No quisiéramos retener le en un acto de egoísmo que no nos perdonaríamos". Así es si así os parece el acoso cariñoso que ha padecido en los últimos días Felipe González: "¡Felicidades! ¡Se va usted a presidir a los europeos!". "¡Señor González, qué gran político pierde España, pero qué gran político gana Europa". "¡Felipe, malaje ... ! ¡Qué calladito te lo tenías, compañero ... ! ¡Notaremos tu ausencia, pero el partido debe ser generoso con Euro pa, porque de la existencia de Euro pa depende la existencia de la democracia misma en el mundo".Felipe González empezó contestando con gran seguridad que no se iba: "Yo sigo". Luego incluso con algo de cabreo porque hasta sus más íntimos le ponían regalitos debajo de la almohada para celebrar su ascensión a las más elevadas cimas del poder europeo. Pero finalmente, ante la presión ambiente, el presidente apenas si balbuceaba: "Yo creo que ... no... si no estaría mal... pero no ... ¿tú crees?". Sí. Sí. Sí. Si se hiciera un referéndum en España sobre si Felipe González debiera aceptar altos destinos europeos, ganaría esta hipótesis por una mayoría que rozaría el pucherazo, porque igual salía un 105%. ¡Hasta la vuelta!, gritan la mayoría natural enemiga, la mayoría sobrenatural amiga, las viudas, los militares, los tenores de opereta vienesa... ¡Adiós, Felipe, adiós!
Mientras, Aznar va estableciendo contactos trascendentales para los tiempos que ansía y que al parecer están ya vistos para sentencia por el gran tribunal de los gustos éticos y políticos. Se ha entrevistado con el Rey, con los militares, con los financieros, y ya sólo le queda visitar a Isabel Preysler y a los médicos del seguro.
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